Los mamuts, los ogros, los extraterestres y mi hermana pequeña

Los mamuts, los ogros, los extraterrestres y mi hermana pequeña; Alex Cousseau, Nathalie Choux; trad. Teresa Tellechea; Madrid; SM; 2010

Filosofía preescolar y existencialismo sin edad

Un lujo reservado exclusivamente a los padres, a las personas de ambos sexos que tienen hijos a los que educar es desde luego, la lectura de cuentos a sus criaturas. Sentarte ante tu retoño y pasar páginas para ir explicándole lo que él no puede leer solito, debe de ser un placer.

Dicen que la infancia marca para siempre el carácter de las personas. Cierto es que a mi me leían cuentos o, más concretamente: me los «planteaban» para que yo, a través de las ilustraciones (y provista de un buen rotulador violeta al que agarrar con ambas manos) los «interpretara» según mi estado de ánimo.

No quiero confundir a nadie, no digo con esto que haya recibido una educación hippie-progre de esa que alienta a las criaturas sin uso de razón a razonar como adultos, no. Es que mi madre me repetía siempre los mismos cuentos y yo los pintarrajeaba en mis momentos de soledad (porque a la bruja mala que se marchaba del palacio toda llena de soberbia, había que borrarla de algún modo…). Las comidas no eran comidas sin estar ella sentada en un taburete con el plato de puré y yo delante, con el libro en MI regazo y girado en MI sentido para ver bien los dibujos e ir tragando las cucharadas. Así es como ayudé a mi madre a desarrollar capacidades extremas de lectura invertida que a día de hoy, digo yo que le servirán para echar un ojo por encima del hombro a los periódicos o los libros que otros paisanos estén disfrutando sentados en el bus o donde sea, que de todo se saca provecho.

Sin embargo, ocurre a veces que de un cuento para niños no sólo aprenden ellos, sino también los que les leen. Los mamuts, los ogros… es un curioso y extraño ejemplar de esta especie. Como sucede con la mayoría de textos a partir de 4 años, hay más ilustración que texto, pero el texto que hay, a diferencia de lo que ocurre en estos casos, va dirigido en la misma medida al que cuenta y a aquél al que le están contando.

Un niño mamut pregunta a su padre mamut si ellos existen, atendiendo al razonamiento de que son especies extinguidas. El cuento es la respuesta que el pequeño recibe, durante un largo paseo con su mentor:

«-Bueno, aquí estamos- comienza papá-. No estamos en la calle de verdad ni en el mundo de verdad. Estamos en un libro. Eso significa que hay un señor que escribe esta historia y una señora que hace los dibujos…».

Un cuento excepcional para dejarse sorprender y profundizar un poquito en lo que significan la existencia, la creación, la realidad y la imaginación en todos sus niveles y para todos los públicos.

Prescindan de rotuladores, que sería una lástima.

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