La vida imaginaria. Mara Torres, Planeta, Barcelona, 2012
Los premios
Imaginen que alguien le recomienda un libro a otra persona:
-Me acordé de ti muchísimo, hasta cita canciones de Extremoduro y Vetusta Morla. Te va a gustar. Léelo y ya me contarás.
Después de toparse accidentalmente con una novela que le ha acabado resultando muy entretendia, el primer alguien piensa inevitablemente en la otra persona y en la primera ocasión que se le ofrece, le pasa el libro y le invita a leerlo.
Es posible que al primer alguien le hagan caso, que la otra persona lea el libro en cuestión, que efectivamente le guste y que después quiera pasar una tarde charlando de lo que ha ido encontrándose por sus páginas. Una bonita amistad.
También podrían imaginar que la otra persona ignorara completamente al primer alguien y no leyera el libro, que se perdiera esos detalles narrados que al primer alguien le habían hecho recordarla y que por tanto, con ello se estuviera perdiendo también una parte importante de la relación que los une, la parte en la que se daría cuenta de cómo lo ve el otro. Una de las partes más bonitas de la amistad.
Un segundo alguien que se ha roto una pierna, no tiene más remedio que hacer reposo absoluto durante más días de los que él quisiera. Ve un libro por casa que no sabe a quien pertenece y comienza a leerlo. En tres tardes se lo termina y queda encantado, le ha servido para ayudarle a olvidarse de que tenía una pierna inmovilizada por al escayola, se ha reído con él y le ha echo pensar en una antigua novia. Una bonita lectura.
El tercer alguien de este ejemplo llega apurada a una librería con la firme intención de comprar un regalo para otra persona, pero sin mucha idea de lo que le pueda o no interesar. Pregunta al librero y él le dice que una compañera ha leído un libro que al parecer «está muy bien» y que «se lee muy fácilmente». El tercer alguien no duda y lo compra, pide que se lo pongan en un sobre de papel con lacito dorado y abandona la librería con las mismas prisas con las que había llegado.
El libro llega a manos de la otra persona y ésta lo agradece mucho, aunque piensa para sí que menudo fiasco, que lo de leer no le motiva nada y que no piensa abrirlo. Cuando llega a su apartamento lo deja encima de la mesa de la entrada y ahí se queda, cubriéndose de polvo hasta que alguien con una pierna rota, lo encuentra.
La vida imaginaria de Mara Torres, no podría encajar en ninguno de estos casos, a pesar de tratarse de una novela que por su contenido, su forma de narrarse y las características de sus personajes es perfecta para ello. Uno se la lee con una sonrisa en los labios, porque aunque transita por el incómodo sendero del abandono de una relación sentimental larga, su narradora adopta un tono tierno y fantasioso para explicar lo que sucede después y se gana a cualquiera.
Es una lástima que le hayan colgado el sambenito de ser «Finalista del Premio Planeta 2012». Con ello se (pre)considerará que ha sido «amañado», que existe un interés oculto para dar a conocer (aun más) a su autora y que no merece la pena pararse a leerlo. Es lo que les pasa a las novelas galardonadas con premios literarios, que sin embargo, se venden como churros.
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