Diario de un ama de casa desquiciada. Sue Kaufman; trad. Milena Busquets; Barcelona; Libros del Asteroide; 2013.
Diario secreto de Betty Draper
Cuando era pequeña y aun no había desarrollado esta afición por la lectura/escritura-sobre-la-lectura que ahora ostento, hubo un libro de la colección de SM «Barco de Vapor» en su serie naranja (porque yo ya tendría 9 años) que me llegó a obsesionar durante un tiempo.
Diario secreto de Susi.Diario secreto de Paul, de Christine Nöstlinger estaba escrito para alguien como yo, eso puedo asegurárselo a ustedes: ella iba al colegio y aprendía a escribir textos que sólo ella leía y en los cuales volcaba sus apasionantes experiencias diarias. Los cuadernos de Susi terminaban hacia la mitad del libro, justo en el punto en el cual se acababan también, los diarios de su compañero de escuela, Paul, impresos al revés en el punto opuesto de la encuadernación. Un libro fascinante que cualquier niña de nueve años se puede creer y que por eso mismo, le llega a encantar.
Estos días me he sometido a una cata y degustación de la novela de Sue Kaufman que asomó por las editoriales norteamericanas allá por el año 1967 (Diary of a Mad Housewife) y que reedita por cuarta vez Libros del Asteroide, en castellano, este año. Como soy muy obediente (ya lo he dicho más veces en este blog y lo repito, que no me importa) cuando alguien me recomienda un libro o me pide opinión desinteresada, me faltan minutos para hacerme con una copia y engullirlo. Me gustan este tipo de encargos cuando dispongo del tiempo necesario para desempeñarlos.
Y es que últimamente, rellenar el tiempo de mis días con lectura es una opción saludable y satisfactoria a la vez. Siento decir con vergüenza, que como ama de casa soy bastante terrible pero como lectora ociosa, bien merezco un premio (o un contrato editorial ¿alguien se anima?).
Me he leído la novela en apenas cuatro días, porque me lo he pasado pipa con esta mujer, Bettina Balser, una señora que como se adelanta en aclarar el título, es dueña y ama de su casa y está un poco harta de todo. Es normal: estar casada con un «Mad Men» debe de condenarla a una a convertirse en una «Mad Housewife» sin muchas más opciones.
Leyendo las narraciones viscerales de Tina, la he imaginado inevitablemente con el rostro de January Jones, ya saben, la preciosa y muñequil Betty Draper de la serie Mad Men.
He pensado en ella como pensaba en Susi, buscando comprender su necesidad de pasar a «negro sobre blanco» (y uso sus propias palabras) todo lo que le va ocurriendo, por aquello de demostrarse a sí misma que no está perdiendo la cabeza, pese a lo que el encantador esposo que se ha buscado y el imbécil del amante que le ha tocado en gracia se empeñan en recordarle. Tina no está loca sino que vive en un envidiable barrio de Nueva York, lleva a sus hijas al mejor de los colegios de pago, hace la compra por teléfono, ordena por estaciones que le realicen la colada con cambio de vestuario incluido para su flamante vestidor y además, le vienen a casa a encerar el suelo. Que además organice cenas ella misma y asista como invitada junto a su marido a las fiestas de los demás, es sólo un detalle accesorio. Uno no se vuelve loco por eso, está claro.
Una pierde la cabeza cuando no sabe que vivir la vida de esa forma no es lo que quiere. Algo debe de chocar en el interior de una y entonces todo, igual que el mecanismo de un reloj colgando en la cocina que se atasca por la intromisión de «algo» en su engranaje, se viene abajo.
Aun así: no hay nada que no se solucione con un buen martillo.
Deja una respuesta