Cosas que los nietos deberían saber. Mark Oliver Everett; trad. Pablo Álvarez Ellacuria; Barcelona; Blackie Books; 2009
El lector debería saber
Si no te interesa la música desde la perspectiva del músico quemado porque no tiene trabajo, amargado porque la vida lo trata injusta y cruelmente, que esta solo y que es solitario, entonces no leas este libro.
Si te gustan las historias con final feliz, los cuentos de vidas «cotidianas» con los que uno fácilmente se identifica y/o desea copiar, los personajes afables, carismáticos y bondadosos, entonces no leas este libro.
Things the Grandchildren Should Know no vale para todos, no agrada a cualquiera y no se cuela fácilmente en la memoria del primero que escoja repasar sus páginas, porque alguien se lo haya recomendado, pero muchos lo han hecho y pese a todo, el caso es que sigue teniendo éxito.
Resulta que leyendo las experiencias de este extraño músico indie de los ’00 (incómoda manera de referirnos a la primera década del siglo XXI, pero es lo que hay) al que no han parado de sucederle cosas desagradables desde la infancia, que siente rencor ante la feliz existencia de otros y que además se jacta de ello, uno piensa que se ha equivocado de libro:
-¿Pero ¿qué hago yo leyendo esto? ¡Este tipo me deprime y no me da la gana de participar de su mala leche existencial!
O algo así…
Pero hay cosas que el lector debería saber antes de comenzar a leer esta novela, o ensayo, o manual, que no queda muy claro lo que es.
Para empezar: dice el refrán que «mal de muchos, consuelo de tontos» y tal vez sea eso, que se está tratando de tonto a un lector que en cuanto descubre que hay un tal Mark, vocalista de los Eels, que lo pasa tan requetemal en la vida, va y comienza a creer en la maravillosa suerte que le ha tocado y se da cuenta de lo afortunado que es.
¿No?
¿O no?
Porque para continuar: este libro no va a ayudar a nadie a superar nada como entidades a respetar escriben en algún sitio «el mejor libro de autoayuda que no intenta ayudar a nadie pero lo consigue casi sin proponérselo». Casi nada.
Lo que sí que consigue este texto y no hay duda, es un regusto de amargura y cachondeo perfectamente compensado, como también lo son las letras y las melodías de este orgulloso seguidor de Tom Waits que es Mark O. Everett: las letras se aportan en varios pasajes y la música se consigue fácilmente por ahí adelante (recomiendan leerlo mientras se escucha, por cierto).
El que avisa no es traidor, conviene que uno lo sepa.
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