Aquelarre. Antología del cuento de terror español actual. Ed. y prólogo Antonio Rómar y Pablo Mazo Agüero; Madrid; Salto de Página; 2010
¿Quién puede dejar de leer un cuento?
Juan José Plans, Cristina Fernández Cubas, Norberto Luís Romero, José María Latorre y Pilar Pedraza; miembros de una generación de escritores de la comunicación: periodistas, locutores, guionístas críticos… coetáneos de una época en la que tal vez fuera posible ganarse la vida comunicando. Eso se nota en sus relatos. Escriben todos sobre lo terrorífico y lo conocido, aquello que al despertar la sospecha por su inesperada extrañeza en quien lo percibe, se vuelve de inmediato amenazante y siniestro.
Ellos aportan sus narraciones a esta antología y se suman a otros talentos contadores de historias fantásticas y cotidianas, misteriosas, miedosas.
Jose Carlos Somoza, Ángel Olgoso, David Jasso, Juan Ramón Biedma, David Torres, Félix J. Palma son otros tantos narradores enormes de cuentos mínimos; otra hornada de virtuosos que ha cultivado con éxito el oficio de la pluma (o el del golpe de teclado). La recopilación Aquelarre de Salto de Página, exhibe algunos de sus trabajos, y cuando uno comprueba que en efecto dan miedo, no siente sino el impulso de aplaudir ante tan brillante caudal de imaginación literaria.
Son relatos de vampirismo, licantropía y fantasmagoria, de locuras y percepciones desviadas de la realidad, de realidades que se escurren como el mercurio entre los dedos y la mente de los personajes que las habitan.
Los más recientes son Care Santos, Jose María Tamparillas, Ismael Martínez Biurrún, Santiago Eximeno, Lorenzo Luengo, Emilio Bueso, Alfredo Álamo, Marian Womack, Alberto López Aroca, Marc R. Soto, Miguel Puente Molino, José Miguel Vilar-Bou y Matías Candeira, algunos acodados en descripciones obscenas de situaciones macabras y otros optando por el recurso cinematográfico, por el temor que es predecible pero no por ello menos efectivo.
Recorriendo la antología, nos sorprende la variedad de temas sin que se pierda de vista en ningún momento el motivo del horror, el afán ambicioso de asustar al lector más perseverante y paciente, pero también más exigente.
Hay historias para todos los gustos, algunas rayando en lo absurdo y otras casi cómicas, insultantes, bromistas ellas. Todas dan miedo.
Como ejemplo para comenzar: El ángulo del horror de Cristina Fernández Cubas, una inquietante y sofisticada historia de personajes que se contagian en su observación perturbada de la casa en la que siempre han vivido; la historia de un contagio inevitable y de consecuencias devastadoras. Nada más. Nada menos.
Siguiendo otra estela, surge Los Arácnidos de Félix J. Palma, un cuento en el que resuenan los ecos de una temible Padrina con forma de bicho de múltiples patitas, que teje trampas para alimentarse, a costa de los inocentes y en defensa de sus bienes más preciados.
Ismael Martínez Biurrun propone otro ejemplo de pastiche hitchcockiano, con su historia Medusas, en la que lo incierto, precisamente por ser eso mismo: lo desconocido, hiere al lector como un mordisco o una picadura estival, vacacional…
Por último, destacar La mercancía de Alberto López Aroca, en donde se mezclan la desesperación por cruzar la frontera por parte de los menos favorecidos, el pánico por salir de donde se sabe que nunca se debió haber entrado y la voz narradora de quien menos sospecha el tipo de cargamento que rellena los depósitos de su furgón. Da bastante miedo estar tan desinformado.
Todo un aquelarre de sensaciones e inseguridades.
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