Anna Karenina

Anna Karenina; Joe Wright; 2012

Papel, film, madera

A la de tres, que levante la mano el que no haya pensado alguna vez en los grandes clásicos de la literatura universal como pantomimas inverosímiles. Les ruego me sigan el juego: no digo con esto que a mí los clásicos me parezcan «representaciones sin palabras, difíciles de creer», pero es que alguna vez he considerado que su permanencia en el fondo de armario de nuestra memoria se debe más a lo esmerado de su estructura y a la larga trayectoria publicitaria que han traído consigo desde el día de su primera publicación (sea ésta en el siglo que sea, en cualquier caso todas bien lejanas) que a la reacción misma que en cada uno de nosotros hayan podido provocar, muchas veces porque ni siquiera los hemos leído.

Igual que un espectáculo circense, los clásicos que nunca mueren no se congelan en la memoria porque sí, sino porque el hecho mismo de su lectura logra evocar en quien los recibe, un estado de absoluta evasión de la realidad que lo envuelve (muy a su pesar) día tras día: se abre el telón y un foco ilumina el escenario con algo que seguro va a sorprendernos; se abren las pastas de un libraco de los de antaño y uno lee algo que sucedió una vez, que ha oído contar mil veces y que ahora acapara su atención, en detrimento de todo lo demás.

La muy brillante y resplandeciente última realización de Joe Wright (Pride and Prejudice, Atonement) comprende toda la parte posible que una película puede abarcar del espeso argumento de Anna Karenina, y lo transforma en un original ejercicio de polivalencia escénica, con mucho arte y mucho tronío.

Las palabras de Leon Tolstoi se procesan en la mente de Tom Stoppard y sacan a relucir un guion sin trampa ni cartón, porque como ya ha anunciado el dramaturgo en más de una entrevista: la clave de una adaptación no reside en la fidelidad al texto original, sino en la honestidad con el medio que la soporta. El camino que separa una novela de una película puede estar plagado de millones de desvíos y alternativas, momentos de creatividad que hacen de un pieza literaria única, una obra cinematográfica a la altura.

Así pues, Anna Karenina no se ha rodado en ninguna localización de Rusia sino casi íntegramente en el interior de un decorado teatral: escenario, platea, bambalinas, palcos, entrada al edificio… cada rincón de la superficie se ocupa por los personajes y consigue que el espectador se concentre en sus historias, sus ideales políticos, su moralidad y su espíritu religioso. Pura estética que como ya es habitual en el cine de Wright, encuentra en Keira Knightley a la viva imagen de sus ideales físicos.

Depurada de gestos y movimientos que en anteriores trabajos habían hecho desafinar una interpretación, por todo lo demás, correcta, Knightley exhibe aquí sus mejores galas y se ciñe el corsé de Anna Karenina con elegancia y dignidad. Protagonista al cincuenta por ciento del argumento, a pesar del título y del cartel publicitario, Ana encuentra en esta ocasión a una solvente dama del escenario que la represente.

Sirva por tanto esta “pantomima inverosímil” para que nos creamos la realidad más creíble que contarse pueda, que las familias felices se parecen y las infelices lo son cada una a su manera. No nos olvidemos.

2 comentarios sobre “Anna Karenina

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  1. Me ha gustado, la verdad. Wright es un director bastante conservador, pero aquí se ha lanzado con algo diferente y a mí me ha convencido, incluida la Knightley. Me ha provocado muchas ganas de leer la novela, porque aunque estoy segura de que en la peli se simplifica la historia, ya se intuye la complejidad de la personalidad de Karenina.

    Por cierto, no sé si has leído algo de David Eggers, pero si algún día te apetece me encantaría conocer tu opinión sobre A Heartbreaking Work of Staggering Genius 🙂

    ¡Besos!

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  2. Hola MaríaM: a mí me ha parecido una visión curiosísima de la novela además, viniendo de Joe Wright, estéticamente me vuelve a convencer (creo que me gusta todo lo que ha hecho, anuncios incluídos).

    Intenté leer el libro este verano y abandoné. No es fácil, supongo que hay que eegir bien el momento.

    Te sugiero esta entrevista con Tom Stoppard y Joe Wright(quizás ya conozcas la web, ha pasado por allí tu adorada Lady Dunham): http://www.charlierose.com/view/interview/12658

    Y gracias por la recomendación. No he leído nada de David Eggers, no. Apuntado está.

    ¡Besos!

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