BEL AMI Declan Donnellan, Nick Ormerod, 2012
¿Y quién es él?
Qué extraño, hace unos meses que leía una novela interesantísima, un clásico de esos que uno rescata a tiempo y reconoce que por algo se ha convertido en un clásico cuando se lo termina. Guy de Maupassant escribió Bel ami hace ciento y pico de años y a mí me entraron ganas de leerlo cuando vi el tráiler de la versión más reciente que se ha hecho para el cine. Ironías de la vida.
Ahora que acabo de ver el largometraje completo me pregunto: pero ¿qué novela leí yo? porque desde luego que este tinglado sexual y desvergonzado, liderado por ese actor tan incongruentemente deseado por las jovencitas de hoy (léase Robert Pattinson «el vampiro enamorado») no es lo que yo leí. No lo consentiré.
Tal vez sea cierto eso que dice uno de los personajes, que «las personas más importantes de París no son los hombres, sino sus esposas» y pueda aplicarse a esta producción, porque no es el actor principal quien mejor dispone la esencia de lo que Maupassant contaba en su novela, sino todas las hembras que le dan la réplica.
Grandiosas están (porque lo son) Cristina Ricci, Kristin Scott Thomas y Uma Thurman, cada una en su estilo pero radiantes todas. Al Pattinson se lo comen como guarnición.
Yo repito que no permito que me digan que BEL AMI según D. Donnellan y N. Ormerod es una adaptación de la novela de Maupassant. A mí me parece la tragedia de un muchacho más bien malintencionado, que acaba convertido en aquello que más desprecia (las prostitutas) precisamente por ir progresivamente consiguiendo aquello que más desea: la posesión física y moral de las señoras de la alta sociedad, ganando favores económicos a cambio.
Yo leía Bel-Ami como quien observa el retrato descarnado de Georges Duroy en pleno ascenso a escala social, pintado desde todos y cada uno de los ángulos de ese camino que recorre sin estrellarse del todo. me fijaba en su egoísmo y su inteligencia, en su rapidez a la hora de aprovechar oportunidades, en su cinismo, en su falta de escrúpulos, en su completa nulidad para ejercer el oficio por el cual cobra una nómina más que digna todos los meses (el periodismo, quién lo pillara hoy día…) y sí, también su dominio del sex-appeal que despierta en toda hembra que le sale al paso, aunque eso sólo sea por su bigote.
He leído cosas acerca del bigote de Georges Duroy verdaderamente sorprendentes e ingeniosas, como que simboliza su potencial sexual, la frialdad de su carácter o la grandeza de sus objetivos. Magníficas interpretaciones de lo que podría no ser más que un simple atributo en el estilismo de «bel amí».
Así que por favor ¿quién puede creérselo? al protagonista de esta película le falta lo más importante.
También le falta bigote, pero podemos suponer que se debe más a la estrella y a la imagen que de él esperan sus fans que al deseo caprichoso de que este Duroy vaya con barba de dos días durante toda la cinta. Profundizando un poquito, no hay modo ni forma de meterse en el papel de este individuo y entonces el gran acierto de la novela, aquí se desvanece. Como le pasaba al protagonista de aquel largometraje tan discutido de Woody Allen, Match Point (2005) los lectores de esta historia sufrimos con cada logro despiadado que va sumando Georges Duroy, lo odiamos pero lo lamentamos, a partes iguales y compensadas.
Y sin embargo, lo que acabo de ver no me ha parecido más que un dibujo de un cretino orgulloso, machista y embaucador que no me despierta la menor empatía.
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