My Fantoms. Théophile Gautier. Selected, translated and with an introduction by Richard Holmes. New York: New York Review of Books, 2008.
Acknowledgements
Alguna vez he escuchado comentarios tales como «si Helene Hanff hubiera conocido internet en la época en que escribió 84, Charing Cross Road el libro no existiría» o «Internet se ha cargado el romanticismo de la comunicación por carta» y la verdad es que no puedo estar más en desacuerdo con ellos.
Mi amiga Eva estuvo de visita en Madrid la semana pasada. Tiene 81 años y nuestra amistad abarca más de diez. Nos conocimos en Suiza, donde yo le daba clases de español y cuando me volví a España continuamos en contacto por correo electrónico: nos contamos qué leemos, dónde comemos, cuántos viajes planeamos a lo largo del año y si llueve o no en el momento en que estamos sentadas ante la pantalla dándole a la tecla. Doy fe de que internet no sólo no impide que la correspondencia se mantenga a través del tiempo sino que, probablemente, la alarga y la mejora.
Cuando a finales de 2021 contraje el temido Coronavirus y me vi confinada en casa de mis padres durante las vacaciones de Navidad decidí leer My Fantoms. Los siete cuentos que lo componen son una selección de las euforias y romanticismos de su autor; Théophile Gautier escoge en ellos temas fantásticos y mortuorios para contextualizar sus fantasías sexuales y evocar a varias de sus amantes a lo largo de los años. De todos ellos sólo conocía La muerta enamorada y aunque me gustó saber un poquito más del autor a través de las seis ficciones restantes, sin duda lo que más disfruté del libro fueron los textos adicionales de su traductor.

Mr. Richard Holmes (Londres, 1945) vivió en París entre 1974 y 1976, trabajando como periodista freelance para The Times en Londres. Al hilo de su prólogo para esta edición da cuenta de una infinidad de detalles acerca de la vida y las circunstancias, no sólo de Théophile Gautier sino también de su familia y sus amigos en el París del siglo XIX.
Cuando unos días más tarde supe que me habían concedido una ayuda para instalarme en París dos meses y documentar mi novela decidí escribirle. No fue fácil, pero encontré la forma de hacerme con su dirección de correo electrónico y sí, me contestó.
Han pasado casi tres años y seguimos intercambiando mensajes de vez en cuando, por eso, cuando leo que Miriam Towes cita a Mr Holmes en el comienzo de uno de los capítulos de su libro Pequeñas desgracias sin importancia yo me ilusiono como si estuviera hablando de un amigo mío. Los amigos se ayudan entre ellos y Mr. Holmes tendió una cuerda para que yo me agarrara cuando me ahogaba ante la perspectiva de visitar París y no aprovechar bien el tiempo así que lo aprecio y se lo agradezco, como lo haría con un amigo.

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