Un lugar soleado para gente sombría. Mariana Enriquez, Barcelona: Anagrama, 2024
Exilio en la calle principal
Ella sabe qué teclas debe tocar para pasar desde la intuición de lo incómodo, la que se huele y que asoma tímida, hasta el terror verdadero. Si ella se propone llevarnos hasta un espacio en donde la oscuridad es tan completa que no se diferencia del vacío y para hacerlo debe tirar de sutiles descripciones de enfermedades con efectos físicos espeluznantes, lo hará; si considera que debe agarrar los traumas de la historia de la dictadura argentina e incluirlos en el proceso o traernos de vuelta a la pandemia del coronavirus no lo duden, lo va a hacer.
Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973) nos llevó de viaje desde Buenos Aires provincia hasta Misiones acompañados de un padre y un hijo mágicos e inexplicabes en una novela que se bañó en premios y se rebozó en críticas positivas; sus cuentos nos obligaron a encender las luces de casa, a asomarnos a la ventana y mirar al patio de la cocina con precaución, a no subestimar los berrinches del niño de la vecina (y menos a su gato).
Un lugar soleado para gente sombría se compone de doce relatos, de los cuales, yo salvo cinco y los llevo conmigo al estante en donde conservo como un tesoro todo lo que he leído de Mariana Enriquez. Los demás los dejo en donde están.
Y es que a veces hay que refugiarse en un sótano para componer «el mejor disco de una carrera», o atreverse a visitar una vivienda abandonada que, después de haberse utilizado, por ejemplo, como pabellón de torturas ahora es un solar abandonado: tocar esa oscuridad, entrar de lleno y volver para contarlo (lo de esta mujer y su fascinación por las visitas a las casas ruinosas es ya un género literario en sí mismo). Habrá ocasiones en que podrá ser útil para transformarse en un cuento de Mariana Enriquez el tontear con una manida creepypasta de hace unos años, tomarla como excusa y convertirla en otra cosa.
A veces funciona.

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