Viñedos

La variedad de museos, casas-museos y galerías de arte que hay en París en casi inabarcable, inmensa, desmesurada, eso lo sabemos todos.

Muy pocos saben, sin embargo, que existe este magnífico oasis evocador de una época intresantísima llamado Musée de Montmartre, ubicado allí mismo, en lo alto de la ciudad y conviene no perdérselo.

Nosotros estuvimos a punto de no ir, casi decididos estábamos a prescindir de la visita muy a pesar de las recomendaciones y de los folletos explicativos que encontramos a nuestro paso, por casualidad.

─Tampoco parece tan especial, podemos pasar… Con todo lo que hay para ver en París.

Y sí, hay muchísimo contenido que ver y admirar en París, sitios imprescindibles e icónicos a los que regresar o visitar por vez primera y casi todos están atestados de turistas, personas como nosotros, que vamos allí porque hay que ir.

Por eso este museo merece la pena, porque no solo es desconocido sino que además, proporciona al visitante una experiencia única de trasladarlo a esa época concreta de esplendor del barrio de la Butte.

O eso, o tiene una mala suerte y el día que llega hacer la visita el museo está cerrado (conviene consultar los horarios porque son bastante especialitos) o todos los «alternativos» nos hemos puesto de acuerdo para ir el mismo día a ver ese sitio tan original, que también puede suceder.

En mi caso no fue así y pude disfrutar de un recorrido tranquilo, de un curioso paseo por el museo y su colección permanente que recrea la vivienda y el estudio de la pintora Suzanne Valadon, de su hijo Victor Utrillo y de su amante, André Utter, previa explicación de la biografía de esta mujer en una breve película que se proyecta en una sala contigua al edificio.

A la salida hay que maravillarse con las callejuelas empinadas y las casitas campestres, con la famosa Maison Rose y la curiosa sala de conciertos Au Lapin Agile porque todo es fantástico pero lo mejor, sin duda, los viñedos silenciosos en la parte trasera de los jardines del museo, esos en los cuales Renoir, al parecer, se sentaba a pintar y no nos sorprende porque son la paz misma.

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