Visitar la sede de la BNF empezaba a convertirse en una suerte de ritual y práctica que ejercía, no a diario, pero sí con frecuencia. Algún papel y algún trámite eran a menudo necesarios y se emitían siempre desde allí, desde aquel templo.
Supe que la llegada de mis padres me llevaría de nuevo a la zona porque iban a alojarse en un hotel cercano. Mientras preparaba la visita se me ocurrió que podría acompañerles a ver el edificio ¿por qué no? Tan pintoresco, tan grandioso, tan cargado de historia, sin embargo la lluvia y el granizo jugaron en mi contra y durante esos días no se pudo hacer mucho, ni tampoco visitar mucho: mi madre, en su empeño incansable por abarcarlo todo durante el viaje arrastró a mi padre hasta las galerías comerciales preferidas de Cortázar, las cuales, según él mismo decía, eran perfectas para pasear en días de lluvia. Fue en una de esas furtivas salidas a la intemperie hostil de un París más primaveral y frío que nunca cuando acabaron, ellos solitos, delante de la Biblioteca de la Rue Richelieu.
─Hija, qué bonito es esto.
Me escribió un mensaje que yo leí desde una cervecería, la primera que encontramos de camino en mitad de un improvisado paseo y adonde acudimos a refugiarnos Fran y yo en el momento en que se puso a granizar con fuerza en cuestión de segundos. Del cielo cayeron piedras heladas y mis zapatillas decidieron romperse aprovechando el desastre. Pies y espalda empapados.
─Bueno espero que, al menos, el temporal os haya pillado a cubierto.
Emoji de nube. Emoji de paraguas. Emoji de carita enfadada.
Mis padres parecían encantados pese a las inclemencias del tiempo y allí se quedaron un rato.
Al día siguiente mi madre me contó que la biblioteca le había parecido preciosa, sin duda: amplia, con esas bóvedas magníficas y esos medallones multicolor pero que le había sorprendido el jardín que estaba ubicado delante.
Se trataba de la Place Louvois, un caprichoso rincón verde con fuente incluida que existe, precisamente, porque allí había dejado de existir en 1820 el edificio del Théâtre National de la entonces llamada Rue de la Loi . Una placa junto a la verja de la entrada explica todo lo demás: lo del asesinato del Duque de Berry, apuñalado por un fanático enemigo de los Borbonesal salir de la Opéra junto a su esposa, lo de la capilla que quisieron levantar en su honor y nunca llegó a construirse y lo de la fuente, esa fuente que quedó en su lugar conmemorando el hecho.
El sistema de control de metales por el que había que pasar antes de acceder al edificio me dio a entender que la gente parisia se toma muy en serio la Historia de su país.
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