Portales

Uno de los misterios que vivir en París durante dos meses ha arrastrado consigo para mí es el siguiente: ¿Por qué no hay porteros automáticos en la mayoría de las casas?

Sí, tal vez sea cosa que dependa del distrito, que según el arrondissement correspondiente el asunto esté más o menos superado pero, desde luego que en el barrio que me tocó habitar no llegué resolver el misterio de cómo sus habitantes lidian con esa carencia.

El casero me había dado un código de cuatro cifras y una letra:

─La próxima semana traeré la llave digital. La acercas al dispositivo de la entrada y se abre sin necesidad de marcar el código.

Perfecto. Sólo debería memorizar cuatro cifras y una letra para abrir el portal y otras otras cuatro cifras y otra letra para el acceso interior al edificio durante siete días, luego tendría una llave de contacto para despreocuparme.

Sin embrago la llave no llegó jamás. Tras una semana con un papelito en el bolso en donde había escrito las dos combinaciones y alguna que otra llamada incómoda al casero porque éste nunca aparecía cuando necesitaba abrir la puerta, me di cuenta de que era una fecha famosa y un par de iniciales relacionadas e inmediatamente se grabaron en mi cabeza, sin embargo, continuaba dándole vueltas ¿Y si pedía comida a domicilio? ¿Y si me compraba un par de mancuernas en Amazon y me las entregaban en casa al día siguiente? ¿Y si venía a visitarme de sorpresa un amigo? Cierto que eran tres posibilidades improbables tratándose de una estancia temporal en el extranjero pero, el edificio era grande, había muchas viviendas y mis vecinos no tenían pinta de ser todos turistas (ni escritores).

Tampoco los del edificio de enfrente, ni los del de justo al aldo de la panadería y ninguno tenía portero automático.

Observar los postales se convirtió en una obsesión durante un tiempo. Seguía a los repartidores en sus bicis y los estudiaba cuando se detenían delante de una puerta y miraban el teléfono antes de teclear ellos mismos el código correspondiente para abrir ¿Acaso eran códigos de dominio público?

No podía comprenderlo.

Y sigo sin hacerlo, aunque ya no me encuentre allí.

El otro misterio es de las cucharillas pero de él hablaré en otra ocasión.

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