Bastones

El viejo camina despacio, avanza con una pierna ligeramente estirada, tal vez porque no puede articularla correctamente o porque le duele o las dos cosas a la vez. Se escucha su respiración atropellada desde el pasillo de la entrada y aunque todos en la Médiathèque estamos muy centrados en nuestro trabajo no podemos evitar mirarnos en cuanto lo oímos. Es él. Ha vuelto.

A veces eructa. A veces tose y carraspea. A veces hace gárgaras con sus propias flemas y escupe, antes de entrar, antes de cruzar la puerta. Cuando lo hace todos nos miramos, algunos sonríen y otras nos morimos de vergüenza peo él permanece impasible, se sienta en una de las mesas del fondo, junto a la puerta del depósito, deja su bastón apoyado en una de las sillas y lee. Lee muchísimo.

El anciano llega uno de los días con intención de llevarse una revista a su casa. Arrastra sus pies calzados en zapatillas deportivas hasta la bibliotecaria del puesto de información y le dice que le interesa ese número, que si puede llevárselo pero ella le explica que no, que no se realizan préstamos sin el carnet de investigador.

Pas possible, Monsieur…

Ante la negativa él regresa a su mesa, vuelve a colocar el bastón a su lado y sigue leyendo.

No se quita la chaqueta, una americana de espiguilla algo raída y sucia que tampoco me atrevo a mirar mucho por si él se da cuenta, por si le molesta que lo observen y me dice algo en su idioma que no entiendo. El viejo permanece sentado y a veces se rasca la pierna, hace un ruido de oso pardo al frotar sus uñas en la pana gruesa de sus bolsillos y luego carraspea, respira, apoya la cabeza en una mano y sigue leyendo.

Por un momento siento que he perdido de vista al viejo, parece que se ha ido, que ya no está en la sala de lectura, tampoco veo su bastón. Aprovecho la pausa para hacerme un selfie y me doy cuenta de que detrás de mí hay un esqueleto, debe de ser el típico muñeco que utilizan los estudiantes de anatomía y los bailarines para observar los movimientos, para comprender las articulaciones.

Efectivamente, el viejo ya no está y su bastón tampoco.

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