Georgia O’Keeffe. María Herreros. Bilbao: Astiberri y Madrid: Museo Nacional Thyssen Bornemisza, 2021
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La semana pasada mi amiga E. recibió en Suiza una postal mía. La había comprado en la tienda del museo Thyssen, después de ver la exposición dedicada a Georgia O’Keeffe y en ella, una calavera flota sobre un paisaje desértico, inquietante y sin embargo tranquilo.
Escogí esa postal para ella y otra con una de sus famosas flores para mi madre. Como siempre que escribo a E., me contestó con un correo electrónico agradecida y sincera «menos mal que no me mandaste una de sus flores», decía «hubo un tiempo en que la obra de Georgia O’Keeffe me interesó mucho y también su vida, su relación con Stieglitz…». Mi madre, por su parte, quedó encantada con la flor, una flor blanca magnífica, por cierto.
La novela gráfica de María Herreros (Valencia,1983) que sacan adelante Astiberri y el propio museo Thyssen es, sobre todo, un brochazo que perfila la incomprensión que tanto hizo sufrir a la artista a lo largo de su vida y durante la creación de su obra: incomprensión de la gran ciudad de Nueva York, de la interpretación psicoanalítica que se daba a sus pinturas, de la vida social, de la forma en que la veían los hombres que la amaban… Ella, que según nos cuenta este cómic, sólo aspiraba a hacer lo que quería, en su rancho y en soledad.
Las frases de la propia O’Keeffe extraídas de sus diarios y de su correspondencia encabezan cada capítulo e introducen al lector en su peculiar universo, limado de adornos pero profundo e inescrutable.
Las páginas del libro homenajean los cuadros más conocidos de la artista y también los retratos fotográficos que de ella tomaron Todd Webb y Alfred Stieglitz; su edición recuerda la disposición cubista, movimiento artístico de la época empeñado en superponer planos y perspectivas, tamaños, colores e ideas y se aproxima con cariño a la forma de entender el amor y la amistad de O’Keeffe, siempre ligados a su creatividad, registrándolo todo e integrándolo todo en su trabajo.
Leerlo es como regresar a la exposición.
Y si no, siempre tenemos la opción de comprar una postal para pegarla en la nevera o enviársela a alguien.
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