A Writer at War

A Writer at War. Letters & Diaries 1939-45. Iris Murdoch. Edited & Introduced by Peter J. Conradi. Short Books: London, 2010

También la guerra

La necesidad de referentes en la vida de cualquier persona es, ya se sabe, algo indiscutible. Hoy nos inspiramos con cualquier chorrada, eso tampoco pueden ponérmelo en duda pero referentes, lo que se dice referentes serios, cabales los hay y los necesitamos.

Iris Murdoch (Phisborough, Dublin, Irlanda, 1919 – Oxsfordshire, Reino Unido, 1999) 25 novelas y unos cuantos ensayos filosóficos, poemarios y obras de teatro a sus espaldas, ganadora del Booker con El mar el mar, también los necesitaba.

Escribió diarios antes de ponerse a componer novelas y durante el trabajo sobre las mismas no dejó de intercambiar correspondencia. Acercarse es como oler el café tostado y recién molido, sus pensamientos impregnan las páginas y podemos recrearnos en qué ideas iba a enlazar entre ellos para crear esas comunidades ficticias suyas tan características, las de los artistas, intelectuales y bohemios que se desean y se repelen entre sí, que oscilan entre la adoración religiosa del mito y la frivolidad del despecho y el celo vivo.

A Writer at War. Letters & Diaries 1939-45 se divide en tres bloques. En el primero Iris rellena los huecos de su diario con las experiencias en el verano de 1939, durante una gira por varios pueblos alrededor de Oxford junto a sus colegas con quienes formaba la compañía «Magpie Players». La ilusión de los ensayos se combina con su frustrado manejo de la máquina de coser: Iris apenas tiene veinte años y la Guerra está a punto de comenzar. Algo se intuye en el ambiente. Ella misma señala a veces que no entiende nada de lo que está pasando y le damos la razón, nunca se entiende.

El siguiente bloque lo forman las cartas que Iris escribe a Frank Thompson, profesor en Oxford y oficial antifascista capturado y asesinado en Bulgaria en 1944. Las respuestas de Thompson a Murdoch son pura estocada de florete: zas-zas, demuestra que está a la altura de sus comentarios. Son dos jóvenes intelectuales contándose sus rutinas y resulta envidiable entender los sinsabores de la joven Murdoch cuando dialoga mentalmente con sus referentes:

«…my modest intellectual powers. The only problems that [matter] are the moral ones-& there I speak a different language from Aristotle…».

Blackpool, 1941

Esta edición termina con un bloque dedicado a la correspondencia mantenida entre Iris y David Hicks, trabajador del British Council por quien Iris sintió una completa y absoluta fascinación. De él no se incluyen réplicas y es una lástima pero es así: ella, además de recomendarle entusiasmada a una escritora francesa estupenda que acaba de descubrir, una mujer con unas ideas revolucionarias respecto a la identidad femenina llamada Simone de Beauvoir («what a woman!») lo reclama, le pide que vuelva pronto, lo echa de menos y se lo cuenta, le falta, acusa su ausencia una vez y después otra, le explica que quiere tener sus hijos y no los de otro y así hasta que se separan y él se casa con Molly Purchase.

Y mientras tanto, la guerra:

«There’s a lot to be depressed about certainly, but I can’t say I feel very fundamentally downhearted. In fact I’ve never felt so full of hope and new life as I do now. We’re not doing so badly».

Oxford, 1940

Supongo que adquirí este ejemplar de las cartas y diarios de Iris Murdoch durante la Segunda Guerra Mundial, en una tienda de Charing Cross Road de Londres en 2019, porque los referentes son importantes y porque yo la quiero tener a ella como tal.

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