La noche de 12 años

La noche de 12 años. Álvaro Brechner, 2018

El silencio (y la luz)

Y en la luz desnuda vi a diez mil personas, puede que fueran más.
Gente que hablaba sin decir nada, gente que oía sin escuchar, gente que escribía canciones que jamás se pronunciaban.
Y nadie se atrevió a interrumpir el sonido del silencio
«The Sound of Silence»
(Paul Simon, Art Garfunkel, 1964)

En los comienzos de la serie documental creada por Mark Cousins en 2011 The Story of Film. An Odyssey se dice eso de que el cine no está hecho de historias sino de ideas y parece que la película de Brechner, que retrata el sufrimiento y la desesperación padecida por tres prisioneros durante la dictadura uruguaya, se acerque más que nunca a ese concepto: no son sus historias ni tampoco es la historia del país y sus idas y venidas políticas las que forman esta película, es la idea de la tortura.

Basada en las Memorias del calabozo escritas por uno de sus protagonistas, Mauricio Rosencof junto a otro de ellos, el que fuera Ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro, la película pone el empeño en transmitir a quien se sienta en la butaca para verla, que el desconocimiento y la desubicación impuestas al  ser humano pueden ser la peor de las torturas.

En 1973 tres presos, miembros del Movimiento de Liberación Nacional entre los que se cuenta el futuro presidente de Uruguay José Mujica, son trasladados desde la cárcel a una zona de aislamiento donde pasan a ser «rehenes». Mantenidos vivos en condiciones infrahumanas con el fin de volverlos locos, los tres encarnarán un auténtico proceso de resistencia ideológica y también física.

La noche de 12 años es un ejercicio terrible de empatía para el espectador, a quien se propone el reto de comprender lo incomprensible y asistir al deterioro físico y mental de estos tres hombres durante doce años de no saber dónde estaban, ni cuál sería la siguiente medida de castigo que caería sobre ellos ni hasta cuándo iban a seguir aislados y en silencio.

Consigue La noche de 12 años que quien vea la película se deje llevar por las alucinaciones de una mente a punto de enloquecer, por el dolor de unos cuerpos con heridas abiertas e infectadas, huesos rotos y piel cubierta por sus propias heces y logra, también, que ese espectador ceda a los momentos más emotivos cuando parece que por fin hay una rendija en el capuchón y se puede ver la luz al otro lado del ventanuco del calabozo, cuando Silvia Pérez Cruz entona la versión más hermosa de «The Sound of Silence» y la película se desvía hacia el sentimentalismo. Cede con gusto porque la idea de la tortura lleva implícita la de la liberación: o resistes o te matan pero al final siempre se acaba.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Crea un sitio web o blog en WordPress.com

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: