La coronación de las plantas. Diego S. Lombardi. Ilustraciones de Claudio Romo. Zaragoza: Jekyll & Jill, 2017
Savia errante
Con todos mis respetos, verán: es que no me centro. Yo quiero ser elevada y estupenda, alcanzar con mis teclas la armonía cósmica que ilumina a aquellos que leen (mejor que yo) y escriben (con menos dificultades) maravillas de esta novela.
Perdón ¿he dicho novela? Tal vez sea más acertado referirme a La coronación de las plantas como «texto», sin más, por aquello de no mojarme y errar denominando. Texto lo es, sin duda: hay un argumento que viaja desde el comienzo y llega casi hasta el final, en él hay personajes que buscan y encuentran o se encuentran buscando otras cosas y en el camino se aman y se odian un poco por la selva y por los departamentos de Buenos Aires; eso lo hay y entre medias, partiendo en cachitos la historia, también irrumpen páginas de un herbario, ilustraciones a la sazón con detalles bien curiosos (todas las plantitas tienen forma antropomorfa, son hombrecillos o partes de ellos de los que brotan raíces y hojas o al revés, son la bomba) poemas dadaístas, sortilegios, diarios, un niño con caries. Todo eso. Un vergel.
Y no me alcanza. Lo intento pero no llego al sentido de este libro que me ha dejado, eso sí, alucinando en colores como los de la ilustración de su cubierta.
Tengo mucho que aprender yo de los vegetales y sus lecturas, de la sexualidad con la cual asociar tallos y flores de lo profundo del bosque y no me cabe en el pecho el agradecimiento que tengo hacia Víctor Gomollón por el obsequio. Cosas así se editan y una viaja con ellas, sorprendida y confusa por el mundo.
Como el liquidillo que les fluye por dentro a los troncos. Igual.
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