Dunkirk. Christopher Nolan, 2017
Jusqu‘ici tout va bien
«C’est l’histoire d’un homme qui tombe d’un immeuble de cinquante étages. Le mec, au fur et à mesure de sa chute il se répète sans cesse pour se rassurer : jusqu’ici tout va bien, jusqu’ici tout va bien, jusqu’ici tout va bien.
Mais l’important n’est pas la chute, c’est l’atterrissage.»
“Un tipo se tira por la ventana desde un piso cincuenta. Mientras va cayendo piensa: de momento, todo va bien, de momento, todo va bien… Lo importante no es cuánto tiempo estás cayendo, sino cómo aterrizas.”
(Hubert Koundé, La Haine (1995), Mathieu Kassovitz)
Tengo treinta y cinco años y he vivido cinco con varios aviones a escala dentro de mi casa. Los he visto construir, ensamblar, decorar y por supuesto hacer volar en competiciones.
Desde entonces, cada vez que paso por un aeropuerto o una película me enfrenta a un avión sean el tamaño y características que sean, recuerdo esos cinco años: recuerdo muchas cosas y también, recuerdo muchos avioncitos.
Viendo Dunkirk, con sus hábiles juegos con el tiempo narrativo, sus colores (Hoyte van Hoytema que sabe cómo hay que ver lo que se cuenta) sus sonidos y las expresiones casi sin diálogo de sus protagonistas, se viaja por tierra, mar y aire hasta la angustia y el miedo de los soldados evacuados en la Operación Dinamo, en Mayo de 1940.
A diferencia de lo que sucede con anteriores trabajos de Nolan Dunkirk se inicia y se cierra sin florituras de última hora: no hay finales encadenados ni minutos excesivos que apelen a la piedad y paciencia del espectador, sino una historia que arranca en el momento que un soldado inglés que trata de hacer sus necesidades y «evacuar» es dirigido a la playa de Dunkerque y descubre que está a tiempo de volver a casa y escapar de la guerra. Con él, unos trescientos treinta mil hombres más británicos, belgas y franceses.
A partir de ahí, todo parece que gire en torno a las ideas de «orgullo» (porque no se gana una guerra con evacuaciones y porque nunca hay que rendirse) «solidaridad» (porque para sobrevivir hay que ayudar al otro de la forma que sea posible en cada ocasión) y «final», que todo se termina ya sea para comenzar una nueva etapa o para siempre.
El ejército regresa con ánimo fracasado, los barcos de voluntarios navegan cargados de hombres abatidos hacia otra costa y el avión desciende, en una de las imágenes más hermosas que he visto últimamente en cine y que me recuerdan lo importante que es siempre esa maniobra de aterrizaje.
Deja una respuesta