Rusia imaginada

Rusia imaginada. Diez viajes por el paisaje ruso. Nevsky Prospects. Madrid. 2011

El cuento estepario

Aunque separados por barreras invisibles que cercan el estilo y la personalidad de cada uno de sus autores, los relatos que conforman este volumen, todos seleccionados por el ojo crítico y certero de Care Santos, terminan resultándole familiares al lector. Hay algo que los unifica y los enreda en la mente de quien los lee, una cola blanca y viscosa que aun fresca se extiende a brochazos y que impregna las paredes del recuerdo, a la que se adhieren cada una de estas historias sobre Rusia y algunos rusos, sobre paisajes que existen pero que nunca se han visto. Un paisaje seco en donde brotan las palabras de Jon Bilbao, Espido Freire, Víctor Andresco o Daniel Sánchez Pardos hasta el punto de mostrarse florecidas para el lector.

Y todo en medio de la nada.

Porque así es como se lee la Rusia que narran estas voces del texto breve: una enorme estepa inmaculada, con sitio para todos sus participantes.

En ella, Espido Freire da cuenta de las confesiones de la fregona del último Zar, la mujer encargada de limpiar los restos del magnicidio in situ de la realeza condenada por su pueblo a comienzos del siglo XX («Camarada») y Óscar Esquivas, se refiere a los recuerdos que un músico conserva sobre sus compañeros de quinteto de cuerda, cuando aun era demasiado joven para saber siquiera lo que un prejuicio iba a significar más adelante. Todo allegro y con brio («El príncipe Hamlet de Mtsensk»).

Es Daniel Sánchez Pardos quien dibuja para el lector de «Los siluros de Prípiat», las imágenes más inquietantes del extremo al cual un hombre ocioso y enriquecido es capaz de llegar por el camino de la obsesión y de la pesca. Un cuento de desconcierto y sospecha, que espesa el aire del lector igual que lo hacen las angustiosas experiencias vividas por dos hermanas a bordo del submarino Borís Butoma de Jon Bilbao («Horror a bordo del Borís Butoma»). Historias para replantearse el sentido de la fraternidad.

Diez cuentos rusos y algún que otro epílogo con voces españolas; saltos de espacio y de tiempo sin salir del inmenso horizonte cruzado por el Transiberiano.

Y todo, imaginado.

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