History of a Pleasure Seeker

History of a Pleasure Seeker. Richard Mason; London; Weidenfeld & Nicolson; 2011

Aperitivo

Tras el aburrido y a mi juicio inapropiado título de History of a Pleasure Seeker se esconde una novela sobre la ambigüedad de las intenciones humanas, los deseos, los complejos y el secretismo de las relaciones entre clases sociales (y sexos) diferentes.

Para ser el primer libro que tomo «prestado» de la biblioteca de Thun (aquí los préstamos se cobran, todo es relativo), no parece que me haya equivocado demasiado. Me he quedado a gusto leyendo History of a Pleasure Seeker.

Antes de entrar por primera vez en la biblioteca de la nueva ciudad que tan generosamente me acoge, tampoco conocía a Richard Mason, pero ya con la novela entre mis manos, me atrajo poderosamente cierta entrevista con este autor sudafricano, en la que aclara los porqués de haberla redactado by hand (e imagino que con pluma). No puedo permanecer indiferente ante semejante declaración de principios, como autora de este blog ustedes me comprenderán.

A penas comenzado el siglo XX, Piet Barol llega a Ámsterdam para ejercer como mentor del hijo menor de una acaudalada familia. A sus veintipocos años, se sabe atractivo y se siente capaz de alcanzar todas esas great expectatios tan socorridas en el relato clásico en lengua inglesa, no sólo de los personajes de Dickens, sino también de los de Henry Fielding o Thomas Hardy. El señor Barol se ganará su puesto aprendiendo a ceder ante la confianza y los caprichos de aquellos que son sus superiores pero también reconociéndose a sí mismo qué es aquello que mejor sabe hacer y sin cejar en su empeño por conseguirlo.

Recientente se discutía en un blog sobre la importancia de los comienzos en la novelas; encuentro en ésta un buen ejemplo de lo contrario: los párrafos iniciales dan a entender al lector que la historia lo irá llevando por ambientes no del todo inocentes, no exactamente nobles… uno se imagina a Piet Barol como una especie de Jean-Baptiste Grenouille viciado al leer esas descripciones, en las que es objeto de miradas y fantasías entre desconocidos que se cruzan con él en plena calle:

«The adventures of adolescence had taught Piet Barol that he was extremely attractive to most women and to many men. He was old enough to be pragmatic about this advantage […]. As he stepped from the Leiden train into the whirling hustle of the Central Staton, several passers-by turned discreetly to look at him[…]»

Afortunadamente, el espejismo desaparece al segundo capítulo.

Piet Barol nos convence de que la educación de un niño superdotado y conflictivo puede llevarse a cabo si uno atiende a las necesidades de su cliente. Escuchar y comprender, siempre es lo más importate para avanzar en las relaciones humanas y este personaje, sabe cómo hacerlo.

El argumento viaja con habilidad entre temas dispares y atractivos para el lector, como los oficios de seducción de las damas, descritos con la minuciosidad de la narrativa erótica de E.L. James, el choque con la realidad más la orden del día al hacer pasar a los personajes (ricos inversores y empresarios) por el pánico financiero de 1907 o incluso los tormentos psicológicos de un abstinente sexual, víctima de una devoción religiosa mal interpretada. Todo para introducir al lector en la vida de Piet Barol, con el que se adivina primer episodio de una saga que todavía no se ha publicado.

Tal vez se esté escribiendo ahora mismo, a mano y con pluma.

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