Ayer

Ayer. Agota Kristof. Trad.Manuel Pereira. Barcelona: Edhasa, 1998.

Hoy y siempre

Ahora que ya sé que para leer a Agota Kristof hay que ser consecuente y no lanzarse al vacío, porque he aprendido la lección de dureza de sus historias de desgracias en crudo y sin miedo ante lo desconocido, lo intento con Ayer (Hier, 1995) cuya publicación sigue cronológicamente a las otras tres ya comentadas por aquí.

Es de nuevo la expresión tajante de una escritora que no rodea a nada ni a nadie para contar lo que se propone. Ayer purifica los sentidos del lector, porque otra vez lo hace partícipe de una narración desnuda, un tipo de canto sin ilusión ni esperanza que alcanza al que lo lee y le muestra asuntos personales, asuntos serios y tristes, muy tristes.
Dos adultos que habían compartido su infancia, reencontrados y tratando de acoplarse cada uno a la complicada vida del otro. Una voz narradora que sueña demasiado y describe sus circunstancias, sus miedos, sus deseos y sus desengaños sin importarle el dolor que ello genera en quien lo percibe con su lectura, o que tal vez se esfuerza por hacerlo: explicarle que la vida es injusta y hace daño, a algunos con más fuerza que a otros.

El amor de la niñez es tratado como un motivo que da sentido a la absurda idea de vivir en el mundo que habitan Lena y Tobías. La ilusión de recuperar a la otra persona aunque hayan pasado más años de los recomendables y más penurias de las que podrían merecerse. Ayer, con descripciones que pasan por encima de lo prescindible, conecta con el rinconcito de cada lector, allí donde éste guarda los recuerdos inocentes de cómo se veía la vida cuando se era un niño.

Porque siempre es lo mismo.