Arriba el cielo, abajo el suelo; Andrés Barba; Siruela, Madrid, 2011
El poder de lo simple
Un niño que pregunta hace que un adulto se sienta como el índice de los contenidos de un libro: ante él podríamos abrirnos con mil respuestas pero lo dejaremos satisfecho con una sola, que sea la que le cuadre bien, la de la página que le corresponda.
Para responder a las curiosidades de un chaval hay que considerar cual es el capítulo que mejor se ajusta a su edad y entendimiento, tener cuidado de no saltarse ningún párrafo y tomarse el tiempo que la situación requiere. Sin embargo, para esas preguntas que no han llegado todavía a nuestros oídos pero que adivinamos cercanas e inminentes, están historias como la de Andrés Barba. Su cuento Arriba el cielo, abajo el suelo dará respuesta a ese momento en el que un loco bajito nos pregunte que qué demonios es una crisis, por qué se supone que la estamos viviendo y qué hay que hacer para salir de ella. Casi nada.
Lo crean o no, este cuento logra que aquel que lo lee se replantee la forma en que acostumbra a mirar a las personas y a los problemas (los de uno mismo o los de los demás).
Arriba el cielo, abajo el suelo regala al lector toda una lección sobre el arte de simplificar la vida (la de uno mismo y también la de los demás).
Apoyado en conceptos básicos de la física como son el movimiento, lo que limita y da «finitud» a la materia y la velocidad de desplazamiento de las cosas, esta historia da a conocer a personajes que aprenden a modificar sus conductas, de acuerdo con el estado de ánimo (el suyo y por su puesto, también el de los demás).
Porque si el mundo es finito y la vida se acaba, mientras ésta dura, mejor ir cayendo felices.