La espera

L’Attente (La espera) Piero Messina, 2015

Sin aliento

Hay una madre. Hay una joven de visita. Hay un hijo y un novio que les falta a las dos, cada una a su manera. Hay un espacio compartido, que se llena por esa ausencia y hay algo que duele, un poco más allá del argumento.

La espera arranca con una imagen de piedad cristiana, y ahí se queda. Transcurre la historia y el recuerdo de esa imagen queda adentro de uno, esperando a ser encajado con algo que suceda, en cualquier momento.

Jugando con golpes de música y con perspectivas bajo el agua que son realmente bonitas, consigue esta película que olvidemos, a ratos, que se nos está hablando de una tragedia. Por un momento es bonito ese estado de juventud inocente, esa flor de la vida tan vulnerable a todo que representa Lou de Laâge e inmediatamente, son bonitos sus pies mientras nada y su pelo revuelto. Nos intriga la tensión en la que nada, por su parte, el personaje de Juliette Binoche y la forma en la que manipula a esa jovencita a quien ha dado permiso para quedarse en su casa unos días.

Pero sobre todo, nos deja doloridos el diálogo que se establece entre las dos mujeres, sin hablarse: una esperando y la otra reteniendo esa presencia, la del hijo, la del novio, el que no está.

Una pensándolo como lo hacía la «belleza robada» que fue Liv Tyler según Bertolucci, ilusionada, expectante, ansiosa y confusa. Su novio.

La otra, abrazando una colchoneta de playa de color rosa, para quitarle el aire, para tragárselo. El aliento de su hijo.

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