American Hustle (La gran estafa americana) David O. Russell. 2013
Deprisa, deprisa
El tiempo apremia. Urgen historias encendidas sobre tremendos sinvergüenzas que hundan económicamente a otros y sean pescados a tiempo por el bando de «los buenos». Rápido y sin pausa, buscamos un buen formato ya saben: un montaje divertido que encadene explicaciones con voz en off y secuencias propias de videoclip hortera y pretencioso, cuerpos que caminan ralentizados y que irrumpen en una escena como si salieran de la nada (golpe de efecto brutal) y momentos de tensión con volteos de cámara por el pasillo fingiendo un plano secuencia que no lo es tanto.
A todo ello le damos salida tirando de actores y actrices resultones, de buen ver, famosetes ellos. Calzamos un par de chistes, cuatro reconocibles canciones elevadas popularmente a la categoría de «temazos» gracias al acierto artístico de Duke Ellington, Frank Sinatra, Ella Fitzgerald, los Bee Gees o David Bowie y pedimos a Christian Bale que haga de las suyas y aparezca con un aspecto diametralmente opuesto al de su última intervención en pantalla grande (¿Hombre-murciélago macizorro? ¿Adicto al crack decadente? No recuerdo, me disculpen). Que se venga Jennifer Lawrence, que gesticule con naturalidad y declame su texto como si quisiera que la nominasen por ello. Llamamos también a Bradley Cooper y a Amy Adams que son muy guapos y si se ponen, pueden provocar incendios entre los dos.
Parece que lo tengamos todo y sin duda, ya casi estamos listos pero falta algo, algo muy importante y que da consistencia a un tipo de historia como la de La gran estafa americana porque, que nadie se lleve a engaño: esta película es puro cliché, uno de los más estereotipados ejemplos que hemos podido ver en años. No sé cuántos pero muchos.
Falta violencia y faltan drogas: varios litros de sangre en rostros descompuestos y todos los kilos de cocaína que esta gente farandulera de los años 70 consumía a destajo. Su ausencia nos devuelve una película falsa y boba, con mucha prisa y mucho ritmo de corrupción glamourosa pero hueca, vacía como un tronco seco en mitad de una alfombra roja.
¿Dónde está Martin Scorsese cuando se le necesita?
Ay sí… promocionando su propia película, sobre un lobo que estafa por Wall Street.
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