Frances Ha. Noah Baumbach. 2012
Wanna be
Sin importar quién o qué cosa, sin plantearse los porqués ni tan siquiera los cómos: lo que transmite esta trama de búsquedas personales en negro y blanco (porque así lo dicen por aquí y he decidido apuntarme la expresión) es que se quiere ser… y no se es.
Una vez roto el envoltorio de celofán de cine indie, el espectador va a encontrarse cara a cara con una película de las que se esperan, se pasan y me temo que también, de las que no se quedan. Frances Ha no va a quedarse conmigo mucho tiempo y eso que contaba los días para encontrarme con ella.
Frances Halliday está en esa fase de la veintena que ve aproximarse con horror a los terribles treinta años; mientras tanto baila, porque le gusta, lee a Proust aunque ello no le sirva para que se la identifique con una lectora empedernida (sí, eso es lo que uno quiere cuando lee a Proust, por lo visto) salta de apartamento en apartamento, compartiendo alquileres y trampeando el pago de los mismos y sabe por encima de todas las cosas que la persona más importante de su mundo es su mejor amiga.
Poco más queda en el fondo de mi consumición, la verdad: es duro trabajar y necesitar dinero para poder disfrutar de la vida. Es bueno tener una pasión que nos ayude a canalizar los malos rollos y el nerviosismo que deriva de la insatisfacción. Los amigos molan y la confianza hay que ganársela. Para algunos el sexo es prescindible y para otros la excentricidad, envidiable. La estética grunge no ha muerto y la música de los ochenta molaba mucho. Greta Gerwig tiene una risa contagiosa e interesante en dehors de tobillos. Adam Drive pasa de todo y Nueva York sin colores, le queda mejor a Woody Allen.
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