Opening Night; John Cassavetes; 1977
Matando (el paso del) tiempo
Sobre el escenario y ante la cámara está ella, la que interpreta y expresa, comunica, vive una vida que es la de su personaje -no la suya- impresiona, emociona y sorprende: una actriz. Una artista.
Dicen que para poder entender el cine de John Cassavetes (Nueva York; 9 de diciembre de 1929 – Los Ángeles; 3 de febrero de 1989) hay que vivir mucha vida primero; es por esto que quizás me vaya un poco grande el comentario y la reflexión sobre una de sus películas, pero de algún modo, también a mí que rozo la treintena, esta joya del cine me ha llegado a algún rincón de alguna parte de mis adentros.
Para cuando J. Cassavetes estrena Opening Night han sido muchos los trabajos que ha tenido que hacer como actor y lograr así financiar otras tantas películas realmente suyas, como director. Sin importar la cantidad de rollos de celuloide que hubiera que tirar para rodar cada escena, lo que Cassavetes buscaba era la realidad y la contaba tal cual, como si sus películas fueran parte de la vida, de la suya y de la de los demás.
Se identifica a Cassavetes por su afán en recrearse con los primeros planos y con los planos secuencia. Este recurso le permitía escarbar en los sentimientos de los personajes, yendo más allá del texto e ignorando los márgenes lógicos del encuadre tradicional.
Acostumbraba a trabajar siempre con los mismos actores, sus colegas, con su musa y consigo mismo, uno más entre la maraña de vidas que chocaban en cada argumento.
Opening Night es la vida tal cual y son las crisis derivadas de la madurez que atacan a una estrella del teatro que tiene la boca, los andares, la mirada y el arrebato de Gena Rowlands.
Para contarla, varias improvisaciones auténticas en un teatro se combinan con secuencias rodadas en estudio, algo que confunde al espectador y que le hace sentirse casi tan inseguro como se siente la protagonista. La estrella de la obra a quien encarna Rowlands duda de su propia identidad y de su inminente vejez, siente la muerte de la juventud; se plantea la destrucción de la suya propia, imaginándola con el rostro de una joven admiradora que la persigue durante toda la historia y que alcanza la muerte por ella, en varios sentidos.
Su doble, tal vez.
Su fantasía, seguramente.
Ay, ay, ay… Tengo ahí para ver Opening Night desde hace mucho tiempo, pero no le he encontrado sito. Rowland siempre es un placer húmedo.
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Yo creo que después de digerir «Black Swan» es quizás el mejor momento para buscarle sitio y verla. Las semejanzas con ella, respecto a la manera de tratar el asunto del doble son muy muy curiosas.
Por no hablar del inicio: 100% «Todo sobre mi madre»…
Una auténtica sorpresa.
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