Origen

 Inception (Origen) Christopher Nolan; 2010

El Olimpo de los arquitectos

Si hay algo que llama poderosamente la atención de la última y sobrevaloradísima película de Christopher Nolan, es el interés que evidencia por colocar al oficio del arquitecto y al arte de la arquitectura en lo más alto de las altas esferas del conocimiento humano universal. Nada menos.

Plantea el argumento de Origen una circunstancia curiosa e interesante: que haya alguien capaz de colarse en los sueños de los demás, bien para introducir ideas que les animen a tomar decisiones concretas estando despiertos, o para robar otras y obtener información privilegiada (de la que en estado de vigilia se cotiza alto, muy alto).

Los responsables de tamaña empresa de organización de contenidos, son ellos, los dioses del Olimpo, las mentes superlativas que proponen, exponen y construyen un mundo de ficción para otros: los arquitectos. Y nos llama la atención, porque acaso sea excesiva la valoración de la cuestión. Son mortales, no hay que confundirse.

Cierto es que no ha de ser sencillo imaginar y desarrollar una ciudad entera, por la que tus colegas y clientes vayan a pasearse sin que sospechen que se trata de un sueño, pero hablamos de ciencia-ficción y todo (o casi todo) es posible desde tiempo atrás… que hay mucho y muy buen cine de realidades alternativas circulando por las pantallas del mundo entero desde hace años. Además, conviene no olvidar que es Ariadne la que nos ayuda a conseguirlo, la que crea el laberinto es también la que ayuda a los personajes a salir de él, aunque sin ovillos ni minotauros, tan sólo con una carrera de arquitectura a sus espaldas.

Para contar todo esto, Origen usa y abusa del metraje, de los efectos sensitivos y de la acción, porque desde el lado de la butaca, lo que uno experimenta es un cúmulo de sensaciones visuales impresionantes (pocas veces será posible volver a ver cómo la ciudad de París se dobla a la mitad y encaja entre sus edificios, como si de un LEGO se tratara) pero olvida rápidamente el verdadero origen de todo ello.

Con The Dark Knight a la autora de estas líneas le sucedió algo parecido: cierto es que disfrutó (como casi siempre) con una historia más del hombre murciélago, pero mucho le costó acompasarse con el ritmo al que avanzaban los acontecimientos. Al igual que en aquella ocasión, se temía esta espectadora que la proyección durara para siempre, que los protagonistas continuaran viviendo ruidosas y aparatosas experiencias ad infinitum, aunque no fue así y en un momento dado, se acabó.

Contra todo pronóstico, Origen también llega un momento en que se acaba, pero nadie queda satisfecho con un final así. Es el colmo.

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