Algo que está bajando

Contó las monedas: setenta y tres céntimos y dos rulos de veinticinco euros cada uno fuera de la caja. Anotó la cantidad en la libreta al lado de la suma total del arqueo del día y apagó el ordenador. Hacer aquella operación todas las noches lo vestía con un manto de autoridad responsable, de persona en quien se podía confiar y eso le gustaba. La tienda se quedaba tranquila y así él podía concentrarse en su tarea: dejaba caer las monedas una a una sobre el cajón, con calma, se dejaba sorprender por el tintineo cantarín de éstas, cuando se golpeaban entre sí al caer. Una delicia. Las contaba de dos en dos porque así iba más rápido aunque él nunca tenía prisa por llegar a ningún sitio, le daba igual salir diez minutos más tarde. Le gustaba sentirse eficaz y ágil. Con eso bastaba.

La tienda se quedaba en silencio en cuanto desconectaba el hilo musical y el aparato del aire acondicionado interrumpía su murmullo.

Al bloquear el interruptor general de la luz el silencio casi le estallaba en el oído. Clic.

Entonces algo comenzó a bajar.

Primero le pareció líquido que descendiera por la cañería: un borboteo como si el edificio sufriera una mala digestión, como si varios litros de aguas fecales hubieran decidido desprenderse en ese momento por la tubería. Sonó de golpe y sonó muy fuerte.

Recogió sus cosas y entró en la pequeña despensa para devolver un vaso que había usado aquella tarde. Al abrir el grifo para enjuagarlo escuchó la cañería y reconoció un sonido distinto al anterior. No, no había sido el agua.

El ruido regresó.

Bajó por la pared.

Con su mochila en la mano él se quedó quieto junto a la puerta de salida, incapaz de moverse: no quería provocar ningún movimiento sonoro que camuflara u ocultara aquel otro misterioso ronroneo al otro lado del tabique.

Tomó las llaves para activar la alarma y entonces el sonido tomó la forma de algo que se comenzaba a arrastrar desde la rendija del zócalo que remataba la pared hasta donde él estaba. Sintió los movimientos desde allí, en el almacén del fondo y cada vez más cercanos a la puerta de la salida por lo que se apresuró en activar la clave y salir.

Echó la llave.

Bajó la verja.

Dio dos vueltas al candado del exterior.

Algo que había bajado se había quedado allí y, muy probablemente, esperaría por él hasta la mañana siguiente, cuando regresara para abrir la tienda de nuevo.

O no: se dio cuenta de que al día siguiente le tocaba abrir a su compañera. Recordar que era su día libre le ponía siempre de buen humor.

2 comentarios sobre “Algo que está bajando

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  1. Pues no te voy a negar los múltiples beneficios terapéuticos que reporta encasquetar un marrón a un tercero. No hay nada más liberador que verse reconocido en los instintos primitivos de supervivencia y aceptarlos tal como florecen, sin cuestionarlos ni etiquetarlos.
    En ningún momento se me pasó por la cabeza que el relato iba a ir en esa línea, brillante idea.

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