Ballett am Rhein. Düsseldorf Duisburg. Coreografía: Martin Schläpfer. Teatro Real de Madrid.
El exceso humano
Vaya ante todo por delante en este comentario que si lo escribo es movida por la necesidad de contar algo, de forma clara, espero, a quien no conozca la obra a la que me refiero o plantear una idea alternativa a quien sí la conozca porque haya tenido oportunidad de verla representada.
Creo que si escribo, es por eso y para eso y lo digo porque a veces, leo a otros que son referentes y no comprendo absolutamente nada.
Dicho lo cual, sepan que este réquiem alemán ha levantado la tapita de mi sesera y ha introducido en ella imágenes, sonidos e imágenes dispuestas al servicio de esos sonidos que jamás antes había yo conocido.
Jamás había visto un réquiem coreografiado, un ballet acompañado por un coro. Nunca.
El ballet de Düsseldorf, pautado por el suizo Martin Schläpfer, se mueve con el réquiem de Brahms y el espectáculo es alucinante: una puesta en escena en donde el suelo se vuelve espejo resbaladizo (provocando la caída de una de las bailarinas, por cierto) y la luz procedente de dos gigantescas barras fluorescentes a ambos lados del escenario, que suben y bajan regulando la cercanía con los bailarines provoca unos juegos de luces azules y sobras casi negras que el espectador no tarda en identificar con el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, que de eso va la hora y media de danza que está viendo.
El inmenso escenario del Teatro Real permite a la compañía una representación en dos planos: uno al fondo, más lento y ambiental en donde las siluetas de los bailarines se perfilan siniestras y otro en primera línea, en donde se suceden los solos, los pasos a dos y el verdadero protagonismo.
Una bailarina interpreta una pieza con una sola zapatilla de punta y eso, aunque para el que lo ve pueda ser sólo desconcertante, requiere de una destreza enorme: es bailar con un pie pero teniendo dos; es calcular el contacto con el suelo en un sólo eje cuando una baila con dos; es correr, deslizarse y avanzar cojeando y sin resultar torpe porque sólo puede bailar con un pie y ha aprendido a hacerlo con dos.
Y los fragmentos que arrastran a todo el cuerpo de baile en movimientos convulsivos, como las almas del purgatorio que se sacuden y tratan de huir, como las Oreadas de Bouguereau.
Así. Espero haberme explicado.
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