Todo el tiempo del mundo

Todo el tiempo del mundo. Pablo Messiez. El Pavón teatro Kamikaze. 2018

Ojalá

La ocasión de dejarse conmover por las historias de los demás se presenta a menudo. Podemos leer, sí; podemos ir al cine o al teatro, buscar relatos y en ellos encontrar algo.

Todo el tiempo del mundo llena la sala del Pavón con las historias de los que cuentan sus historias, para que al final uno se conmueva por no disponer de todo ese tiempo del cual nos habla la obra. Ojalá lo tuviéramos.

El dueño de una zapatería no logra echar el cierre de su establecimiento porque cuando se dispone a ello, alguien llega, se cuela dentro de la tienda y le habla de algo. Como un ángel exterminador o un dios salvaje cualquiera, este hombre no abandona el comercio mientras alguien más decida entrar y volcarle sus confidencias pero ¿a quien van dirigidas? y sobre todo ¿quienes son esas personas?.

Por momentos intensa y a ratos más espesa que consistente, Todo el tiempo del mundo es para dejarse mimar como espectador por actores de los que logran que uno los mire así, todo el rato, como personajes de los entrañables años sesenta rodeados de zapatitos. Todo el tiempo.

Con todo el tiempo del mundo a nuestra disposición, podríamos coincidir en el mismo espacio y con la misma edad todos los que somos y estamos donde estamos. Ver una fotografía de nuestros padres cuando eran más jóvenes que nosotros y fantasear con que hubieran podido ser nuestros amigos. Volver a los recuerdos y enmendar los errores, cambiar las fichas para seguir jugando durante el tiempo que quede y que sea mucho, que sea todo el que hay en el mundo.

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