Lo inevitable del amor

Lo inevitable del amor; Nuria Roca y Juan del Val. Barcelona. Espasa, 2012.

Blanco perfecto

Generalmente y casi sin que podamos evitarlo, a todos nos gusta más lo complejo que lo simple. Suele ser más divertido pensar el las dificultades que derivan de algo, que hacer sencillamente aquello que no supone el más mínimo esfuerzo.

Hablar bien de una novela que pide a gritos que alguien la critique es complicado. Clamar a los cuatro vientos que una se ha leído algo y que le ha parecido hecho de pasta de boniato, que no se ha creído a ninguno de los arquetípicos y bobalicones personajes que presenta y que su lectura no la recomendaría ni por todos los sobornos del mundo es lo más fácil que hay. En determinados contextos, hasta puede considerarse demagógico.

De modo que cuando la pelota llega de frente, directa y con fuerza, se cuela por su sitio y todos aplauden, pero tiene poca gracia. Quizás sea mejor mandarla de vuelta.

Nuria Roca y Juan del Val son pareja. Escriben juntos desde hace años, gustan a la gente a la que le gusta ese tipo de gente. Se anuncian bien y se venden mejor. El público de Nuria Roca y Juan del Val tiene su sitio y respira feliz. A mí no me molesta, de modo que tomo el último de sus libros y en este plan bulímico de lectura en que me encuentro, voy y me lo leo.

Lo inevitable del amor me parece un cuento de hadas, pero sin hadas; una historia verosímil en un mundo en el cual cada vez es más increíble que sucesos como los que narra, sigan sucediendo.

Cuenta esta novela cómo una mujer que lo tiene todo y que además se jacta de ello, va tomando consciencia de las cosas que realmente importan en su vida, a base de levantar capas y descubrir alguna que otra trampa oculta en los dobles fondos.

Abundan en este cuento contemporáneao, los detalles y los guiños a esa mujer que quiere ser como le han dicho que mola ser, pero que no lleva el tipo de vida que le han dicho que debe vivir. Muchos momentos que aquí se cuentan, se intuyen y se reconocen como salidos de un anuncio de cuchillas de depilar (de esas que realmente sirven para «afeitar» piernas) cremas antiarrugas o cereales ricos en fibra y «con el mejor sabor». Cosas de chicas que se interesan por ese despliegue de inevitable frivolidad, que leen este tipo de libros.

Lo inevitable del amor olería a fragancia con rostro de actriz famosa y cabría en un bolso enorme de piel blandita, teñida y envejecida. Se prestaría entre amigas y se comentaría entre risas, tomando café con cupcakes, o té con bolitas, que ahora es lo más de lo mejor. Respecto a todos esos asuntos, el libro está muy bien escrito. En sus agradecimientos, al final, los autores le dedican unas frases a un montón de gente que al parecer colaboró aportando datos y conocimientos específicos de algunos de los temas que trata. Si alguien los lee, notará que brota cual palomita de maiz, el nombre de Joaquín Torres y de su estudio. Porque María Puente, la protagonista y narradora de este cuento tan urbano, es arquitecta y empresaria, aunque la arquitectura se use aquí más como fondo de pantalla o carcasa de Iphone, estampado y mono, que como leitmotiv pertinente, relevante para la acción contada.

Nuria Roca y Juan del Val son guapos, tienen tres hijos y escriben novelas para la gente que quiere leerlas y debe de ser bastante.

Los estantes de las librerías siguen llenos. El que quiera leer otra cosa, que pregunte.

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