Julieta. Pedro Almodóvar, 2016
Hay que valer
Me habían soplado que las grúas, los camiones y el despliegue de medios en general, era porque Almodóvar estaba rodando unas escenas en esa calle. No me sorprendió porque Fernando VI es muy vistosa y se presta a rodajes, pero era guay y molaba todo. A partir de ahí y desde la mundana acera de la sede de la Sociedad General de Autores y Editores, imaginé: si hay una estructura de andamios fuera será porque van a tomar planos de la fachada o incluso de dentro, secuencias vistas desde una de las ventanas, como si el espectador flotara y entrara por el balcón al quinto piso. Podría verse a los actores en una habitación maravillosa y espaciosa y muy retro, muy colorida, muy Almodóvar.
Hasta cierto punto, acerté.
A cambio, me comí una nueva decepción con el cine del manchego y es que en la vida, hay que arriesgar.
Julieta, abarca mucho y apretar apretar, yo creo que aprieta poco. Viéndola, se entra y se sale de la vida de una mujer que, para que haya argumento, ha tenido que sufrir y se ha ido forjando dependencias de personas y de historias que se cuenta a sí misma, aunque parezca que las está contando (o escribiendo) a otros.
Volver al cine de los diálogos inverosímiles, vale, que nadie se ría ni diga ninguna grosería simpática en toda la película, no vale. Pintar ambientes de ciudades y pueblos reconocibles con estética personal y genuina del director (personal y genuino como él sólo) vale, que el saco en donde se meten esas ciudades y esos pueblos contenga a Ferrol, a Madrid y a cierto pueblo de Suiza, a mí personalmente no me vale. No me vale nada (y me irrita).
Qué gran actriz que es Emma Suárez y qué extraña en este papel, en esta película, donde Adriana Ugarte se la ve sudando la gota gorda por dar sentido a lo que le va tocando interpretar y a Rossy de Palma, en cambio, cómoda como en pantuflas de estar por casa.
No sería la primera vez que al segundo pase, me empiezan a encajar las cosas que tiene Almodóvar, pero no va a ser el caso.
No me ha valido y la secuencia de la fachada, tampoco.
Estoy rara últimamente.
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