Caníbal

Caníbal. Manuel Martín Cuenca, 2013

Buscando lo que no encuentro

Malditas sean las películas que antes han sido, las que antes se han cruzado por mi camino y he escogido en vez de otras, que también pasaban por allí e igualmente me tentaban y me miraban seductoras. Malditas todas, porque por su culpa tendré que cargar con el peso del recuerdo, siempre alerta, dispuesto para ser comparado con todo lo que venga luego.

Caníbal (Manuel Martín Cuenca, 2013) ha llegado a mí en una apacible tarde domingo, me ha dicho «soy una historia que mezcla el canibalismo con las relaciones sentimentales. Soy puro símbolo y metáfora de algo que tendrás que descubrir cuando me veas. Soy sutil y sugerente. Soy persistente. No me dejes pasar» y no lo hice, pero ahora me arrepiento.

Mientras la veía, dejaba a mi memoria que repasara cuidadosamente aquellos épicos momentos en los que un humano comiéndose a otro me habían parecido interesantes e incluso hermosos por lo que daban entender sin mostrar de forma explícita: El deseo y la resistencia al mismo, el miedo a dejarse vencer por la tentación, la fortaleza de voluntad contra la llamada de la selva… pero cuidado tengo de no mezclar todo ello con el mormonismo de manual que ostenta la saga «Crepúsculo» -solicito su concentración hacia otro terreno: no me mezclen asuntos, por favor.

Les sugiero que mejor dirijan su atención al rostro de Hannibal Lecter, a sus susurros hacia la detective Clarice Starling. Aquello era un caníbal circunstancial y psicoanalista deliberado; un gourmet de la carne humana cuyo conocimiento de la mente, bien le valía el puesto de personaje imborrable del imaginario colectivo de sus espectadores (o lectores). Mucho me temo que Carlos, el protagonista de Caníbal, no le alcanza ni de lejos.

Más cercano a Dexter (Showtime 2006-2013) que al protagonista de El silencio de los corderos (Silence of the Lambs, Jonathan Demme, 1991) al sastre de esta historia le corre poca sangre por las venas y parece que disfrute más dejando chorrear la de sus víctimas sobre la mesa de despiece, que animando la suya propia en el contacto con los demás.
Ambientado en una Granada silenciosa y devota, rodeada de montañas, nieves, velas de iglesia y tétricas procesiones, el argumento de Caníbal no dice mucho y transmite menos, pero siembra discordia cuando pone a su personaje central en situación de enamorarse.
De un modo muy semejante e igual de torturado, se enamoraba Vincent Gallo en aquella espeluznante pieza que estrenaba Claire Denis en el 2001, Trouble Everyday. Allí las víctimas eran los enfermos de una extraña dolencia, que les obligaba a copular y comerse a la misma persona, casi simultáneamente.

No es que yo buscara una historia como aquellas, es que no he encontrado nada que me llamara más la atención. Sigo buscando.

6 comentarios sobre “Caníbal

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  1. Hola David C.: la película de Claire Denis es un poco cargante por momentos, demasiado tóxica, demasiado opresiva… nada agradable, pero merece la pena verla por la comparación, si te interesa el tema.

    Me alegro de despertar curiosidad con los textos.

    Saludos y gracias por el comentario.

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  2. Estimada María: totalmente de acuerdo con usted. Es una película en esencia reiterativa y que no sabe adonde va, en realidad, aburrida.

    El que está rodada en mi tierra me llamó la atención, pero con una visión de Granada un poco singular, la verdad.

    Un saludo.

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  3. Estimado Barbusse: Cierto que de Granada se da una visión alternativa y «singular», como usted dice. Imagino que es lo que pide como acompañamiento tan rancio protagonista. Licencias de guión 😉

    Sea bienvenido a este espacio, para cuantos comentarios quiera usted regalarme.

    Saludos,

    Maria.

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