Io e te (Tú y yo) Bernardo Bertolucci. 2012
Ahogo interior
Ayer vi un erizo: estaba en medio de un camino por el que suelo cruzar a menudo, varias veces en el mismo día. Ayer, en ese camino había un erizo que en cuanto me sintió llegar, se quedó parado y encogido.
Era la primera vez que veía un animalillo así, sin ser dibujado ni animado, sin querer venderme un seguro de automóvil ni cantarme una canción provisto de sombrero. Yo me paré a su lado, me agaché y lo estuve observando un rato, pero no se movió; entonces seguí por mi camino y al darme la vuelta para mirar de reojo si seguía en el mismo sitio, vi que no dejaba de desplazarse haciendo ochos, de un extremo al otro del sendero, como queriendo no llegar a ningún sitio, sin dejar por ello de avanzar, de hacer algo.
Viendo la última película de Bernardo Bertolucci, Io e Te, me he fijado en que también aparecen animales que se desplazan haciendo ochos, que trazan símbolos del infinito en un espacio acotado, bien sea por las paredes de una urna o por los muros de un sótano.
Lo cierto es que me acordé de la película cuando vi al erizo y no al revés, que hubiera sido lo ideal. Una historia que se basa en una novela (Niccòlo Ammanitti, 2010) y que cuenta algo muy triste, sin salirse de ninguna parcela.
Tú y yo, igual que hacía Soñadores (Bernardo Bertolucci, 2003) rebusca en los rincones de la adolescencia y de la juventud sin ventilar demasiado ni el lugar ni a sus protagonistas. Allí eran tres y aquí son dos, pero también se quedan dentro de una estancia casi sin ventanas, porque quieren.
No sabemos muy bien por qué a su director le ha dado en los últimos diez años por trabajar ese tipo de escenarios y sobre ese asunto tan manido como es la búsqueda de uno mismo y de su madurez correspondiente. Soñadores daba en la diana con esos tres chicos tan poco implicados en lo que un mes de mayo del año 1968 debía de significar, que en vez de lanzarse a las protestas callejeras, se montaban su propia revolución filosófico-sexual en casa y sin padres de por medio. Aquella maravillosa declaración de amor al mundo del cine y a sus fanáticos, que no ignoraba ningún aspecto importante de todos los que intervienen en el momento vital de descubrirse a uno mismo, queda lejos y muy por encima de esta última creación del italiano.
Porque Tú y yo gira sobre sí misma. Rodada entre sombras tenebrosas y desde ángulos que parecen querer iluminar únicamente los hermosos pares de ojos del rostro de cada uno de sus protagonistas, se mete en un argumento que no termina en ningún lugar claro, que agarra por el cuello al espectador y le corta el aire hasta el último minuto.
Y uno llega al final y enciende la luz y nota que sigue faltándole el aire y puede hacer dos cosas: quedarse parado en mitad de su camino, o comenzar a girar marcando ochos.
Qué bien escribes, María. Ojalá que Bertolucci siga muchos más años haciendo estas maravillas.
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MaríaM: agradecida quedo por tus observaciones, guapa.
Y que siga Bertolucci con el tema, di que sí 🙂
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