Dans la maison (En la casa); François Ozon; 2012
Para verlo todo y que nadie te vea
El adolescente protagonista de esta historia (y hablaré única y exclusivamente de la película, porque nada conozco de la obra de teatro original de Juan Mayorga… y pesa en mi conciencia) sabe lo que es dar una lección y se propone darle una a su arrogante maestro de literatura. De paso, nos la da a todos los que, sentados en la sala de cine y a oscuras, asistimos a la proyección de Dans la maison como borregos.
Algunos, como él, escogen el asiento de la última fila para no perder detalle de lo que pasa en la sala y de paso, también en la película. Otros nos conformamos con las butacas del medio, algo ladeadas, algo dispersas: somos así de mediocres porque es lo que nos ha tocado, no hay excelencia suficiente para repartirla entre todos c’est la vie!.
De modo que se inicia la proyección, vemos a Claude, un jovencito rubio de inquietante sonrisa que llega el primero al instituto, el primer día del curso, tras él va el resto, la masa del alumnado de secundaria que invade con sus uniformes y sus mochilas el espacio de la pantalla. El movimiento se acelera, la música va en aumento y como si un péndulo se balanceara ante nuestros ojillos, caemos hipnotizados, rendidos y a merced de lo que ese «maestro» desee contarnos.
Porque al igual que no todo vale en el mundo de la ficción literaria, que hay textos mejores y peores que otros, en la vida real tampoco nos conformamos con cualquier cosa. Nos gusta lo que nos interesa, lo que poderosamente llama nuestra atención y nos atrapa, porque deseamos ser atrapados por un buen relato, siempre. Lo difícil por tanto, no es dar con un buen argumento sino predisponer correctamente al receptor y eso a Claude se le da de maravilla.
Con la habilidad de los grandes embaucadores de nuestra sociedad, el protagonista de Dans la maison logra colarse en el amplio abanico de intereses de un profesor (al cual nos imaginamos como persona con inquietudes, con curiosidad, con ánimo lector y voluntad de crítica). Le escribe un ejercicio de redacción por capítulos y usando una trama algo desconcertante en la cual mezcla a personajes reales con circunstancias imaginadas, que son bastante retorcidas y que están muy bien contadas, como lo hacen los más grandes.
El profesor y el alumno invierten fuera de la clase, los roles que tenían dentro de ella, mientras que gota a gota nos van mostrando los recursos de escritura para la obtención de una historia perfecta: la construcción del personaje, la credibilidad de los acontecimientos, el poder de la descripción «justamente medida» y por supuesto, la importancia de los finales, a cada uno el suyo.
Desde la mitad de la sala, la película ha sido bien recibida, con sorpresa y con admiración. Nos ha gustado que nos cuenten cómo se cuentan las cosas. Nos han convencido y aplaudimos emocionados.
Ahora que los genios silenciosos nos expliquen todo lo demás, que para eso se han sentado en la última fila.
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