Vals Triste Op. 44, Sibelius (1904); Allegro non troppo, Bruno Bozzetto (1976).
La melancolía de los hombres gato
Hace años que conozco esta pieza de Sibelius -tan claramente triste como sedante, placentera incluso, que siempre que una la escucha se le calman los nervios todos y hasta se olvida que estaba nerviosa o preocupada por algo- la asocio a mi época de bailarina. Siempre tuve curiosidad «a medias» por saber cual era el argumento que inspiró al compositor, y digo a medias porque en mi imaginación, después de tantos años, he preferido creerme mi propia historia. Sucede muchas veces con la música: cada canción, cada fragmento, es procesado en nuestro cerebro y registrado en asociación a un estado de ánimo determinado que nadie podrá arrebatarnos jamás.
Todos tenemos recuerdos y casi siempre van ligados a la música (por música considero también, si se me permite la licencia, sintonías de televisión, cuñas publicitarias o lo que sea que resuene de forma pegadiza ahí adentro de la oreja).
Aunque para mí el Vals triste son un grupo de chicas calzadas en puntas y bailando juntas, resulta que no, que Sibelius lo compuso originalmente para el drama en tres actos Kuolema, escrito por su cuñado Arvid Järnefelt y que nada tiene que ver con el ballet clásico.
Es lo malo de la curiosidad, difícil de lidiar a término medio con ella. Con esto de internet, a nada que una teclee cuatro referencias se le contestan todas las preguntas que nunca haya formulado y se pierde el encanto del misterio. Lo bueno es que se gana en conocimiento y para eso siempre hay sitio.
Surcando los cybermares descubro a Bruno Bozzetto, un ilustrador que nació en Milán el mismo día que yo, cuarenta y cuatro años antes. Encuentro una película suya titulada Allegro non troppo (1976) y dentro de ella -porque se trata de un conjunto de animaciones conducidas por piezas de música clásica, al estilo de Fantasía pero sin Disney- aparece mi Vals, en una versión mucho más triste de la que yo recreaba para mí, pero bien pensada: la imaginación gatuna no conoce límites.
Inserto el clip correspondiente, para ilustrar a los que como yo hayan podido vivir todo este tiempo sin conocerla. Algo hay en ella de La caída de la casa Usher (Poe) y también un poco de Continuidad de los parques (Cortázar), sólo por eso bien merece un vistazo. Advierto a los espíritus sensibles y empáticos con los gatitos que quizás les hiera un poco. No olviden que es ficción.
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