Los recuerdos del porvenir

Los recuerdos del porvenir. Elena Garro. Edición de Ángel Esteban y Yannelys Aparicio. Madrid: Cátedra, 2024

La creación dramática

Sólo se me ocurre una justificación verosímil a la teoría que Elena Garro da a la creación de su novela, una explicación que, se mire por donde se mire, suena a imposible y muy probablemente sea inventada.

Y es que al parecer, convaleciente en una cama, Elena Garro se aburría y comenzó a pensar en su infancia, su familia, el lugar donde nació y entonces escribió esta novela, en un mes.

Yo sostengo la imposibilidad de construir un texto como este en tan solo un mes, sin embargo, doy crédito a la palabras de la autora y lo hago porque sólo alguien capaz de escribir así y de componer tamaña belleza entre líneas podría relatar una fantasía semejante.

Si ella lo dice yo lo creo igual que creo que las personas pueden ser, aparentemente, piedras.

Los recuerdos del porvenir se debate con frecuencia como novela precursora del llamado realismo mágico sin serlo pero, verdaderamente, ¿lo fue o no lo fue? Hay quien considera que Gabriel García Márquez copió para Cien años de soledad párrafos, ideas e imágenes directamente del manuscrito de Elena Garro que estuvo guardado en un cajón durante años hasta que por fin se publicó.

A mí no me importa la cuestión: dejo a otros discernir si fue lícito el préstamo (si es que fue) o si el hurto debiera merecer el desprecio de los lectores y lectoras por los siglos de los siglos, me da igual: Los recuerdos del porvenir me ha proporcionado largos minutos de admiración por la belleza de la expresión escrita y eso, para mí, que no leo poesía porque no la entiendo, tiene mucho valor:

«Extraviados en sí mismos, ignoraban que una vida no basta para descubrir los infinitos sabores de la menta, las luces de una noche o la multitud de colores de que están hechos los colores. Una generación sucede a la otra, y cada una repite los actos de la anterior. Solo un instante antes de morir descubren que era posible soñar y dibujar el mundo a su manera para luego despertar y empezar un dibujo diferente…».

Que alguno recordará que hasta Coca-cola jugó con esta idea hace más de diez años pero expresado así, yo me arrodillo.

Los recuerdos del porvenir, además, viaja en el tiempo y pone al lector ante la desafiante tarea de leer lo que ocurre en el presente, el pasado y el futuro como si todo sucediera a la vez y como si quien lo estuviera contando fuese el propio pueblo de Ixtepec, en donde transcurre la guerra cristera que es eje de la historia y con ella, también la familia Moncada y el enfrentamiento armado entre los defensores de la iglesia los partidarios del Gobierno, la historia de amor entre el Coronel sanguinario y la mujer que lo ama y lo desprecia a partes iguales y las idas y venidas de las prostitutas que colorean el ambiente en el pueblo de Ixtepec.

Parece complejo, pero no lo es. Elena Garro, autora de doce obras de teatro, contaba con esa habilidad y los lectores accedemos a lo que nos cuenta igual que lo hacen los espectadores que, encerrados en una sala a oscuras, aceptan que lo que sucede ante ellos y sobre el escenario pueda ser ese presente, esa pasado y ese futuro, simplemente porque el texto es así.

Hace unas semanas recibí una postal de mi amiga Alba con una imagen de Elena Garro «será patrona de todos tus proyectos creativos», me escribió. Poco después, hablando con mi madre, ella insistió «si tienes ocasión, no dejes de leer esa novela» y yo, reticente, expuse que el realismo mágico me interesaba poco, a lo que mi madre me contestó «pero lo que se cuenta en esta historia es real y se cuenta como sucedió».

Cuánta razón tienen las dos y cuánto se lo agradezco a ambas.

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