El baile y el incendio

El baile y el incendio. Daniel Saldaña París, Barcelona: Anagrama, 2021

Tanz der 5 rhythmen

Afuera hay nieve, mucha nieve, nieve que todo lo cuaja en un paisaje de alta montaña; dentro, por contraste, el clima es cálido y acogedor, gemütlich que dicen ellos, con una luz cálida y un olor repugnante a incienso.

Comenzamos: aquí se viene a bailar durante 3 horas.

Mi experiencia con la técnica de los «cinco ritmos» se remonta al invierno del año 2013, yo estaba francamente aburrida, perdida y abierta a cualquier tipo de actividad que se me pusiera delante y por eso decidí entregarme a aquella sesión de tres horas de baile frenético.

Creo que duré una, no recuerdo, al menos fueron cuarenta minutos de intento desesperado por integrarme y el resto, pura historia.

Leyendo El baile y el incendio regreso a aquella sensación de desconexión conmigo misma y con mi relación con los demás en el mundo, la misma que viví en mi intento fallido de practicar los cinco ritmos, la misma que me hizo fracasar estrepitosamente y abandonar aquel recinto cargado de hippies.

Tres personajes y dos circunstancias en su universo: Natalia, Conejo y Erre mientras el incendio y el baile se suceden. Cinco elementos en total.

Natalia prepara una coreografía y se aburre de su novio, Erre lidia con una dolencia crónica y complicada, echa de menos su noviazgo con Natalia y se lamenta por su divorcio y Conejo, se adapta a una situación familiar delicada, con un padre que se ha quedado ciego y una madre que los ha abandonado y ha huido con el oftalmólogo del padre. Cada personaje narra su experiencia, cada primera persona se expresa en un mismo entorno marcado por dos presencias inquietantes: la de una serie de incendios que avanzan y arrasan con todo y la de una fiebre que sacude los cuerpos de los contagiados en bailes compulsivos.

El baile y el incendio se cuenta con una energía similar a la que provoca un grupo de veinte personas que transpiran a la vez en un aula, bailando durante tres horas, una orgía de ritmos y musicalidad en la que una puede entrar o de la cual una siempre está a tiempo de escaparse.

El autor aclara en los agradecimientos que el trabajo de escritura tuvo lugar gracias a una beca, en un período inmediatamente anterior al estallido de la pandemia por Covid-19, pero la novela, con el miedo latente a algo que se está extendiendo alrededor de los protagonistas, que se cubren con «tapabocas» y hacen conjeturas sobre lo que sucede y no, diríase anticipatoria de lo que se vino después: por eso, también, es tan interesante.

Las alusiones a Mary Wigman al pie del Monte Veritá, los delirios de Aleister Crowley y las brujas de la isla de Blockula me enganchan al comienzo: quiero saber más sobre esos personajes, esas supersticiones y esa maldición épica que relaciona el baile con la locura y la pérdida de autocontrol y decoro.

Las tres horas de baile no las aguanté pero esta novela sí, muy gustosamente hasta el final: personajes que escapan de algo que no se sabe desde cuándo los persigue, en Cuernavaca, en un Méjico que se asfixia con las descripciones. Muy bueno.

Deja un comentario

Crea una web o blog en WordPress.com

Subir ↑