Youth (La giovinezza)

Youth (La giovinezza). Paolo Sorrentino, 2015

This must be the film

En un pequeñísimo pero encantador cine de Roma, me adentro para ver la primera película doblada al italiano de mi vida; lo lamento un poco, porque la versión original es inglesa y bien merece llegar así en crudo a los espectadores pero no tengo elección. Diez minutos después, he olvidado que escucho italiano y lo que comienzo a lamentar son otras asuntos.

La giovinezza (que para eso me la he tragado en italiano) parece que hable de muchas cosas muy importantes, cuando en realidad no hace más que girar sobre su propio eje para expresar que la vida es «emoción pura».

Premio para ti, Paolo…

De hecho, te concedo el segundo, que el primero ya te lo llevaste con La Grande Bellezza y tampoco es cuestión de tirar la casa por la ventana. Segundo premio a la pretenciosidad más ambiciosa del cine contemporáneo, todo para ti.

Harvey Keitel, Michael Caine, Rachel Weisz, Paul Dano y ¡por todo los santos: hasta Jane Fonda! han subido a tu altar para envolverse de tu «magia» y tu portentosa fuerza comunicativa; ellos están en la historia y la historia se hincha, crece de manera desproporcionada como una pompa de jabón de colores, hasta que estalla y salpica un líquido viscoso que lo siento, pera deja cerco.

La vida son emociones. Las películas tocan al espectador y le rascan la conciencia, la memoria, la alegría, la tristeza… algunas consiguen emocionar por lo que cuentan y otras, roban emociones contadas por otros y las trituran para fabricar pastillas de jabón, del que hace pompas de colores.

Me pasé llorando las dos horas casi completas que dura la película y hubiera deseado que el final se quedara en la sala de montaje. Salí de ese pequeño cine emocionada y triste.