Urtain

Urtain. Andrés Lima. Animalario. 2008

El día de la Bestia

El día en que vi Gente en sitios, ya saben -los que lo hayan leído por aquí- que mi impresión de la realidad que amanoja al cine español de los últimos tiempos se vio gravemente afectada, para bien.

Hurgando en sus cómos, seguí la pista de aquél que la había construido, por escrito primero y para la pantalla, después: Juan Cavestany. El mismo que firmaba el guión de una obra de teatro que Doña Wizuete (protagonista de esta otra obra que no he olvidado, ni quiero hacerlo) me recomendó por activa y por pasiva durante el tiempo que ambas compartimos carpa, conversación y uniforme.

Sus palabras, las de una actriz que sabe de lo que habla cuando explica por qué considera que hay actores que hacen mejor su trabajo que otros, rebotaron en mí como preguntas inquisitivas «dime ¿cuándo te parece que un papel está bien interpretado? ¿En qué momento dirías que un actor te gusta, que es bueno?». Yo ponía caras y trataba de atravesar la circunstancia con elegancia y discreción, porque si difícil es saber cuando un actor es bueno o es malo, más complicado resulta explicárselo a alguien del gremio sin que te fulmine para siempre.

En aquel momento, yo, que debía hacerme pasar por barrendera ecologista durante nueve horas al día y siete días a la semana, pensaba que a un actor tenía que creérmelo para que se ganara mis respetos y así se lo dije a ella: «Si no me lo creo, no ve vale».

Y entonces ella me respondió «cuando veas Urtain, me cuentas».

Han pasado cuatro años de aquella charla y ahora que he visto por fin la obra de teatro que Animalario subió a los escenarios de media España entre 2008 y 2009, puedo contarte Aisha, que no hablábamos de lo mismo y que no: yo no soy actriz por mucho que me haya ganado unas pelillas durante un mes repitiendo un monólogo a tu lado.

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La mano que escribe con pluma, aquí sostiene una escoba

Todos los actores sois unos bestias y ellos, los que se mojaron con la vida y la muerte de José Manuel Ibar Azpiazu, «Urtain» para montar esa obra, especialmente.

Urtain es el espectáculo de la transición política española contado a partir de la muerte del que en tiempos llegó a ser famoso boxeador y que más tarde que pronto, entendió que le había tocado vivir una vida mal planificada, por otros: por quienes quisieron sacar provecho de ella sin tenerlo a él en cuenta.

Dirigidos por Andrés Lima, son Roberto Álamo, Raul Arévalo, Luis Bermejo, Luis Callejo, María Morales, Alberto San Juan, Estefanía de los Santos y Luz Valdenebro a quienes responsabilizo de aplastarme con una nueva teoría de lo que la interpretación y los intérpretes deben significar en este mundo de comedias y desgarros.

Qué bestias que son todos.

Qué bestia que es la obra.

Qué manera tan clara de contar eso tan terrible que es el ocaso de un desgraciado, desde el día en éste que salta por la ventana y se suicida hasta el momento en que se desvela cómo fue su nacimiento, caminando hacia atrás por su infancia, su familia, su ascenso, su estrellato, su caída y su imposible vuelta al mundo de la normalidad al que por otra parte, es casi seguro que nunca llegó a pertenecer.

No me los he creído. Ninguno de ellos se ha ganado mis respetos por parecerse a algo que yo imaginaba como referente, porque no lo tenía. Tampoco lo he necesitado para reconocer que todos, son magníficos actores y que Urtain es la obra de teatro más impresionante que he visto en mucho tiempo, en tanto que ni me acuerdo. Tremendo hubiese sido verla en una sala y no desde la pantalla de mi ordenador, pero para eso y a estar alturas, tal vez hubiera sido más efectivo invocar al Demonio.

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