Sólo dos consejos respecto a la comida cuando se visita Nueva York: no hacer planes y probarlo todo porque aquí se encuentra lo mejor de cada rinconcito del mundo.
Los horarios son extraños cuando se viaja. En el caso de NY las seis horas de diferencia con España nos pone entusiasmados al principio para devolvernos, pasados un par de días, al desbarajuste biorrítmico característico del jet lag: Desvelos de madrugada, amaneceres demasiado tempraneros o agotamiento súbito a las cinco de la tarde.
El otro problemilla es que Nueva York huele a comida cuando no huele a marihuana, no hay más opciones, lo cual dificulta seguir un horario más o menos estable de alimentación. Si ves algo que te apetece, sencillamente: cómpralo y cómetelo.
Si tienes un presupuesto ajustado, además, lleva tu propia botella de agua porque la bebida, especialmente si contiene alcohol, puede duplicar el valor de la comida, pero eso es otro tema.
Nosotros habíamos disfrutado de un nutricionalmente más que equilibrado desayuno en casa aquel día, pero al pasar por delante de los «corned beef baguels» a media mañana no nos resistimos y decidimos adelantar la hora de la comida. Las 11:30 ese día marcó el comienzo de la tarde para nosotros.
Hasta hoy, porque lo he consultado con Google, estaba convencida de que esa carne recibía su nombre del tipo de alimentación de las vacas de donde se obtiene, pero no: la «corned beef» es lo más parecido al lomo de orza típico de Castilla la Mancha y se llama así por el proceso al que se somete cuando se mantiene en salmuera durante unas horas antes de hervirse en vinagre. Es deliciosa.

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