John Cheever. Relatos 1.

John Cheever. Relatos 1. Trad. José Luis López Muñoz y Jaime Zulaika Goicoechea. Barcelona: Planeta, Emecé Editores, 2006

Tuya para siempre

Cuando se estudia un idioma, más tarde o más temprano, se llega siempre a un punto decisivo: aquel en el que por fin se usa una palabra aprendida. Llegado ese momento, el aprendiz ha logrado «pensar» en el idioma nuevo y aplicar una palabra que pasa a ser suya para siempre.

Suya para siempre y pase lo que pase.

Con el estudio yo espero que suceda lo mismo, aunque la experiencia me va demostrando que no es así y que, por mucho que crea haber hecho míos ciertos temas que con esfuerzo he dedicado a estudiar, la verdad es que llega el examen, los preguntan y yo no sé responder porque los he olvidado.

Con la escritura tengo esperanza todavía.

Algunos textos de algunos autores rezuman identidad propia en un grado tan alto, que una no puede dejar de imaginarse a la persona que los ha escrito. Recientemente me acaba de pasar con John Cheever.

Me adentro en el casi inabarcable terreno de sus relatos con el primer volumen editado por EMECÉ y desde el primero, siento que me intereso más por quién escribe que por los personajes que éste describe (aunque todos y cada uno de ellos sean fascinantes).

Los relatos de Cheever topan con una sociedad asustada e hipócrita: Las clases altas y medio-burguesas del Nueva York inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial chocan contra los muros de ladrillo de las avenidas, se suben a los trenes que comunican con las ciudades dormitorio, disimulan las mentiras, las infidelidades y los verdaderos deseos sexuales.

John Cheever está ahí.

Quienes hemos visto (varias veces) la magnífica Mad Med (HBO series, Matthew Weiner, 2007-2015) leeremos a cada uno de sus protagonistas en estos relatos; reconoceremos los colores de las prendas que visten y el tono de sus voces, sentiremos el humo de los cigarros que fuman y oiremos con claridad el tintineo del hielo de los vasos de whisky que consumen de buena mañana. Son señales inconfundibles: inspiración reconocida por los responsables de la serie (algunos nombres, incluso, son los mismos) y sin embargo, aunque todos ellos forman un conjunto que HBO contribuyó a moldear como icono, en estos relatos, lo importante y definitivo es la persona que los cuenta.

El narrador de estos cuentos está terriblemente contrariado, es rencoroso, desconfía y no siente ningún tipo de empatía por sus protagonistas. John Cheever parece que se esconde entre ellos y que se sirve de la narración de sus historias para canalizar frustraciones, insatisfacciones e inseguridades.

Después de haberme defendido con el alemán durante el tiempo que lo necesité, sólo diré que, puesto que veo que no soy capaz de memorizar un tema legal que me interesa más bien poco todo lo bien que yo quisiera, aspiro al menos a servirme de la escritura en algún momento tan eficazmente como lo hizo John Cheever (aunque la calidad de lo que yo pueda hacer no se asome ni a las guardas de ninguno de sus libros, por supuesto).

Ojalá que algún día yo también pueda escribir cuentos míos y que sean míos para siempre.

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