Mies on Scene. Barcelona in Two Acts

Mies on Scene. Barcelona in Two Acts. Pep Martí y Xavi Campreciós. 2018

Conflicto vacío

Dos cosas: la primera es que antes de asistir a la proyección de este documental, no tenía ni idea de que había un coloquio posterior tan candente y tan extremo, yo iba a ver qué se contaban los que habían decidido grabar un documental sobre el Pabellón Barcelona y al final me faltaron palomitas: no por la película sino por la que se lió después entre la arquitecta Atxu Amann y el artista visual Daniel Canogar.

La otra cosa: al cine documental es muy difícil encontrarle un conflicto. Dicen los que se dedican al oficio de crearlos, que cuando se entregan a la producción de uno tienen una historia, pero que nunca saben dónde va a llevarles porque todo, todo cambia a medida que se graba, se entrevista, se edita, se escribe… Ayer vi esta película, casi tan limpia, tan sencilla y tan silenciosa como la experiencia de visitar el propio pabellón de Mies y la verdad es que no sentí en ningún momento que a sus directores les hubiera sucedido algo similar mientras la hacían. Será que me equivoco, pero me ha parecido un ejemplo de trabajo organizado, preciso, claro en sus objetivos y que no ha permitido soltarse la melena y dejase llevar respecto a nada.

Ojalá me equivoque.

Descubro Mies on Scene en el mes de julio, mientras leo una revista de esas que se alojan en el respaldo del asiento de un avión, entre el menú para millonarios y las instrucciones para luchar por la supervivencia en caso de accidente y muerte segura. Anoto: «María, necesitarás verlo porque te toca pronto trabajar con algo relacionado».

¿De qué va? Pues de varios temas: son dos actos, el primero durante la Exposición Universal de 1929, cuando se construyó inicialmente y el segundo el del momento en que deciden reconstruirlo en 1984. Va de los que sostienen que si era mundialmente admirado y reconocido era precisamente porque no existía, porque había sido desmantelado después de su función de representar el progreso alemán de la República de Weimar y tan sólo quedaban imágenes, recuerdos, planos e impresiones intangibles de lo que había sido.

Va del pabellón en sí, de esa estructura en donde planchas de mármoles maravillosos y ónice africano están suspendidas y no tocan el suelo, recubren cuerpos de hierro y hormigón sin juntas y separan ambientes; va de vidrios y reflejos, de agua que cambia, de la luz que nunca es la misma y de una escultura que tiene poco que ver con el conjunto del ¿edificio?. Va del trabajo no justamente reconocido por parte de Mies a Lilly Reich, quien ideó muebles y decoración interior y sobre todo, va de cómo nos afecta a los que vivimos nuestra vida fuera de él.

El pabellón fue construido para la Exposición Universal hace 89 años, ideado como «lugar de tránsito» dicen, semejante a los de los aeropuertos: se camina y se cruza, se pasa por él, muchas personas a la hora y sin parar durante lo que dure el evento. Hoy, en cambio, su ubicación original es más bien un remanso de paz en mitad de un parque y quien lo visita se detiene, palpa su superficie, se sienta a leer apoyándose en el mármol granuloso y es, sin duda, otra experiencia.

¿Y qué tienen que decir los entrevistados? Personas como Eduardo Mendoza o los expertos del MoMA de Nueva York opinan si para juzgar una creación como ésa (y en definitiva: cualquier creación artística) hay que ser un experto o no; porque «la gente», esa masa extraña y genérica que vive su vida fuera del pabellón construido por Mies, lo ve y le parece «demasiado moderno» en ese emplazamiento en donde se encuentra.

89 años después de su construcción.

Y luego, el incendio del coloquio.

 

 

 

3 respuestas a “Mies on Scene. Barcelona in Two Acts

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