El árbol de la vida

The Tree of Life (El árbol de la vida). Terrence Malick; 2011

A dos metros sobre el suelo

Imagino a don Terrence Malick llegando a la alfombra roja del pasado Festival de Cannes, o sentado ante los micrófonos de aquellos medios de comunicación dispuestos a descubrir en pantalla su último trabajo, lo imagino con una sonrisa en los labios y pensando «vais a flipar». El caso es que se llevó la Palma -la de Oro- y seguro que fliparon.

El árbol de la vida, una extraña ¿película? no queda muy claro, una vez transcurridos los varios montones de minutos que dura, si se trata de un documental, un «poema visual» o una obra de arte cinematográfica. Es algo extraordinario pero ojo, en el sentido más literal del término: que se sale (y rebosa) de lo ordinario.

Para aquellos que como yo, no tocamos a diario el tema de la Cábala y la simbología judeo-cristiana, o judía o cristiana a secas, baste con saber que el susodicho árbol vital es un símbolo que engloba muchos, quizás demasiados, símbolos en sí mismo. Relaciona este árbol los distintos tramos por los que deambula el hombre a lo largo de su recorrido hacia la muerte, desde que nace y en tanto que conoce la existencia de un Dios supremo que pertenece al mundo espiritual y que es creador y responsable último del mundo humanamente habitable en donde él existe. Para más información, la wikipedia.

Es precisamente por este virginal estado mío de entendimiento del mundo cabalístico, que tras la proyección de la película (por decidirme a llamarla de algún modo) sentí confusión y dudé. No supe si me había gustado o no, puesto que el misticismo audiovisual me viene grande todavía. Sin embargo, pasadas las horas se asientan los conceptos, se le abren a una los chakras y puede describir mejor sus emociones: menuda flipada.

Para todos los demás, los que se codean el alfabeto hebreo y son conscientes de todos los símbolos judíos en absoluto casuales que dominan nuestro día a día, seguro que la película les ha parecido mejor o peor. Yo simplemente, alucino.

Me llenan de alegría y también de tristeza cada una de las piezas que componen la banda sonora de esta rareza cinematográfica, las originales y las prestadas a Mahler, a Brahms, a Mozart a Bach…

Perpleja me dejan la intensidad de esos rostros nunca vistos de frente, siempre desde arriba, desde abajo o desde alguna diagonal imposible como peatón. Esa madre tan hermosa y esos hijos tan llenos de vida, como gotitas de rocío que son los chavales. No logro comprender qué problemas tuvo el director con Sean Penn, por qué prescindió de su presencia tanto que casi ni se recuerda como parte del argumento y sin embargo, qué espíritu iluminado le susurró al oído que el centro de la historia, aquél que encarnase al pantocrátor definitivo debería tener el cogote de Brad Pitt. Son preguntas que quedarán en el aire, flotando sin respuesta hasta que uno olvide que ha visto El árbol de la vida. Una catarsis insustituible hoy por hoy por ninguna otra experiencia a consumir en una sala de cine.

10 respuestas a “El árbol de la vida

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  1. Todavía no la he visto, María, dos veces ha surgido pero al final se conjugaron los elementos y no ha sido posible. Próxima cita, el miércoles. Te confieso, ahora que no nos oye nadie, que me da pereza…

    Ya te cuento, o no, si no hubiera nada que añadir… Salu2

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  2. Bien, mi opinión ya la conoces. Quería referirme a lo que dices sobre la Cábala. Puede que tengas razón y Malick haya querido tomar ese referente, aunque lo hace de modo muy liviano, muy «de masas», y solo queda de ello cierto aire religioso o místico. He estado investigando y parece ser que este director se dedica también a la docencia en el campo de la filosofía. Y que tiene cierto apego por Tarkovski, aunque eso salta bastante a la vista, sin llegarle todavía a la suela. Un personaje muy intersante al que habrá que seguir la pista, aunque de la película yo me quedo con la historia familiar al margen del videoclipdocumentalpseudofilosófico que emerge durante más de la mitad del tiempo que le dedica.

    Un saludo 😉

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  3. babel: vendaré mis ojos con vergüenza y diré que NO HE VISTO NADA DE ANDREI TARKOVSKI, es más, hace años que tengo por casa su libro «Esculpir en el tiempo» y tampoco lo he leído. Pero puedo comprender los referentes e influecias que dices.

    No sabía que fuera medio filósofo… interesante.

    Cierto es que la historia familiar está bien llevada, estéticamente atractiva y emocionalmente efectiva pero, sin todo lo demás, no estaríamos hablando de ella ahora ni estaría suscitando tanto comentario en general por el mundo adelante. La película es un «pack» que se toma o se deja con todo lo que implica y la verdad, que el envoltorio se come al contenido, para mí.

    Gracias por pasarte por aquí.

    Saludos.

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  4. Ahora que voy a tener tiempo me he decidido a comentar.
    La peli la veré hoy por la noche.
    Como vi que andabas con «estudios cabalísticos», pensé que te podía interesar. En modo turbo, porque sino aburro a las vacas.
    El Árbol de la Vida como símbolo de la Cábala es una especie de mapa de los planetas y estrellas, un manual para contactar con sus espíritus.
    La ciencia ha descubierto que los planetas, el Sol o la Luna emiten vibraciones, ondas de audio, algunas de ellas parecidas a los cánticos de los cabalistas.
    El vestido de los sumos sacerdotes judíos se llama ephod, que lleva en el peto dos piedras magnetizadas llamadas Urim y Tummin (Luces y Verdad Precisa)que vibrarían en combinación con el Terafín al recibir esas «ondas planetarias» en los rituales.
    Es curioso que el Papa también lleva un Ephod y usa el Yamulke o Kippá judía (ese es otro tema).
    Lo mismo sucede con las coronas de las realezas. La disposición de las piedras es exactamente igual que las de los ephods tradicionales, bueno en realidad son ephods. El mejor ejemplo de esto se puede ver en la tumba de Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano, en Hofkirche, Innsbruck.Por eso la ceremonia de coronación de la realeza británica es una copia exacta de la coronación del Rey Salomón.
    Flavio Josefo escribió que la élite real y política del mundo hebreo consultaba a los espíritus vía ephod. Para los griegos el ephod era «la coraza del oráculo». Es una forma de tecnología basada en cristales, utilizada en rituales mágicos. La doce joyas que forman esta «coraza» representan las doce constelaciones y sus doce espíritus, mencionados ya en el Zohar, que es un libro que forma parte de los textos antiguos de lo que conocemos como Cábala. Mencionados también de forma simbólica como los doce apóstoles, las doce tribus de Israel, los doce profetas, etc…

    Bueno ya no te rayo más.

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  5. Está bien BORJA, rectificaré: donde dije «para más información, la Wikipedia» diré, «para más información pregúntenle a BORJA que esta (bastante) más puesto que yo en todo esto del asunto judío»… y creo que alguna vaca queda despierta todavía, jejeje.

    Muchas gracias por pasarte.

    Y por cierto, mejórate esa costilla, que aquí las noticias vuelan.

    Saludos.

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